Dolor de corazón

Precisamente en la tarde del viernes que atentaron contra Miguel Uribe Turbay quien había conocido durante el Foro Económico Internacional de la CAF en Panamá 2025, yo me encontraba hospitalizado en la habitación 511 de la Clínica Colombia, en Bogotá, donde fue llevado el sicario, quien fuertemente escoltado y mucha premura entró por urgencias y permaneció allí en custodia hasta que lograron estabilizarlo y llevarlo a interrogatorio.
Antes de ¨la mala hora¨- y no me refiero la obra de García Márquez donde cuenta como se mataban colectivamente por cuenta de la corrupción e incertidumbre con la que se gobernaba un pequeño pueblo, sino a la que se ve venir para Colombia por cuenta del vil atentado cometido contra este carismático senador. Justo antes de esa hora, la mala hora del atentado, ya me habían aplazado una vez más la cirugía de corazón que me tenían programada para ese lunes próximo 9 de junio, debido a una tremenda gripe que allí adquirí y así era imposible realizarla.
Haber compartido en Panamá momentos especiales con el senador, algunas fotos y un par de charlas durante ese foro, además de haber coincidido en el aeropuerto, donde cruzamos teléfonos para continuar nuestra ya interesante conversación y luego de haber evidenciado su madurez temprana como su talante político; tan mala noticia no podía menos que causarme otra mala sensación cardiaca, tanto que quise al instante tomar mi celular, postear nuestra foto en redes y dejar constancia del malestar, sin reparar siquiera mi delicada condición médica.
Pocos días antes había sufrido un paro cardiaco y ya me habían realizado un cateterismo, pero ahora de urgencia, me estaban diluyendo un trombo muy cercano al corazón, para proceder a la necesaria cirugía cardiovascular. No fueron otras las circunstancias para coincidir en la Clínica con ese bandido que disparó cuantas veces quiso, contra la humanidad de Miguel Uribe. Establecimiento hospitalario que atendió ese joven como cualquier otro paciente, o quizá mejor, aunque sí se percibía al interior de la misma institución, una rabia generalizada por el dolor de patria que había producido ese atentado.
Desde entonces no he podido más que pensar en la lucha por sobrevivir que mantiene el senador Uribe y la gracia de Dios por mantenerlo vivo. Ejemplo para lo que me corresponde en los próximos días una vez superemos esta inoportuna gripe.
No marcharé este domingo por mi propia condición, pero sí y en silencio rogaré por él y toda su familia, para que todo sea superado. Y luego ya como hermanos logremos juntarnos en la difícil tarea de refundar y proyectar la Colombia del futuro que él ha soñado y por la que tanto ha trabajado.
Sin permiso médico pedí mi PC y nos ocupamos de escribir esta columna, porque es más la angustia y el dolor de corazón que causa el hecho de no decir nada, al observar con impotencia como tratan de eliminar semejante personaje, y se ensañan en destruir este bello país.
#NoMasViolencia en Colombia y mucha #fuerzaMiguel que lo estamos esperando.