Tolima competitivo: señales de progreso y desafíos por venir

Antes de comenzar esta columna, quiero elevar desde la fe y el corazón una plegaria por la pronta recuperación del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. Soy un firme creyente de que la política no debe conducirnos a la deshumanización ni, mucho menos, a la violencia. La vida es sagrada y debe ser respetada por encima de cualquier cálculo o agenda política. Toda mi solidaridad con su familia; que Dios Todopoderoso los acompañe en este momento de dificultad y dolor.
Dicho esto, como tolimense y como alguien profundamente comprometido con el desarrollo regional, sentí una gran satisfacción al ver a la gobernadora Adriana Magali Matiz anunciar, en la Cumbre Tolima - Huila, los avances del departamento en materia de competitividad. Este tipo de noticias nos llenan de orgullo a quienes amamos nuestro territorio.
Sin embargo, lo que más llamó mi atención fueron los indicadores específicos en los que el Tolima logró mejorar: educación, innovación y notables avances en el pilar de salud. Estos resultados me llevaron a reflexionar sobre dos aspectos clave. El primero es que se empiezan a materializar aquellas palabras que solía pronunciar el exgobernador Ricardo Orozco, cuando afirmaba que la verdadera transformación de las vidas ocurre cuando lo público se enfoca en salud y educación como herramientas legítimas para mejorar la calidad de vida.
El segundo aspecto, aún más revelador, es el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB): pasamos de 33,4 billones a 34,2 billones, lo que representa un aumento del 2,4%. Esta cifra adquiere un valor aún más significativo si se tiene en cuenta que el crecimiento del PIB nacional en 2023 fue apenas del 0,4%.
Cuando hablamos de cifras, es clave analizarlas en su contexto, y en este caso, lo más esperanzador es el comportamiento del sector agropecuario. Llevo años escribiendo sobre las cadenas productivas, su relevancia en la economía departamental y los innumerables retos que enfrentan: desde vías terciarias deterioradas y la presencia de intermediarios inescrupulosos, hasta plagas y enfermedades que afectan cultivos y animales. Por eso, ver que el Tolima mantiene una tendencia de crecimiento en este sector por encima del 5% es un logro que habla de la tenacidad de nuestros productores, de su capacidad de adaptación a los nuevos modelos productivos, de su apuesta por la tecnología y, sobre todo, de su vocación para hacer del campo el motor de una región próspera.
Hoy más que nunca reitero que el futuro está en el campo, en la producción sostenible de alimentos para una población que crece y exige calidad. Que invertir en salud y educación no es un lujo, sino el camino real hacia la transformación de las vidas. Que la innovación, bien orientada, es la clave para abrir las puertas a un futuro más próspero. Y que, si perseveramos en la ruta de la competitividad, el Tolima será cada vez un mejor lugar para vivir.
Por último, aunque las cifras respaldan los avances alcanzados en los últimos años, las políticas públicas de cara al futuro deben ser aún más ambiciosas. No podemos perder de vista el rumbo: el bienestar de nuestra gente y la consolidación de un departamento competitivo y moderno deben seguir siendo nuestras prioridades.