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Ruta Bogotá–Flandes de Satena y la conectividad que el Tolima necesita

La ruta es una buena noticia. Pero nos recuerda que somos una región privilegiada con necesidad de despegar y que tenemos todo, excepto la infraestructura logística para hacerlo.
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Crédito
Ecos del Combeima
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16 Nov 2025 - 10:26 COT por Álvaro Montoya

Hay noticias que sin hacer mucho ruido, anuncian transformaciones profundas. La renovada ruta de Satena entre Bogotá y Flandes es una de ellas, y aunque puede parecer un simple ajuste en la oferta aérea nacional, para el Tolima es mucho más, pues representa una señal clara de que la región está lista para dar un salto en conectividad y competitividad. Sin embargo, también pone en evidencia que se necesita un nuevo y gran aeropuerto como parte de esa infraestructura logística especial y moderna, capaz de superar nuestras propias expectativas.

El anuncio de Satena despierta optimismo. No se trata solo de restablecer una conexión para atender una demanda existente de pasajeros, desde y hacia ese “Distrito Turístico” conformado por Flandes, Espinal, Melgar, Carmen de Apicalá, Girardot y Ricaurte; e incluso Ibagué que no puede seguir dependiendo de un aeropuerto limitado en sus operaciones, espacio y proyección, como lo es el Aeropuerto Perales, sumado a un incierto trancón a la salida del Distrito Capital.

Por ello, la ruta es solo un mirador cuando nos preguntamos, si ¿queremos una región que siga aplazando obras, década tras década, o una que hoy se atreve a priorizar este aeropuerto como parte de esa infraestructura especial que la economía global exige?

En ese sentido, el Aeropuerto de Flandes toma fuerza. La Aeronáutica Civil lo viene apoyando con claridad; la gobernadora Matiz lo abraza como una oportunidad estratégica, y los empresarios chinos, expertos en construir aeropuertos de talla mundial, siguen mostrando su gran interés.

El país necesita ese nuevo aeropuerto, pero no podemos diseñarlo desde los criterios tradicionales de la infraestructura colombiana. Ese error ya lo cometimos demasiadas veces. Pensar un aeropuerto para “cumplir requisitos” es construirlo viejo desde el primer día. Esta vez debemos hacerlo al revés, procurando que el diseño y la ingeniería responda a los requerimientos de los inversionistas extranjeros y las tendencias globales de la intermodalidad, tal como lo requiere quien construye y opera aeropuertos capaces de movilizar miles de pasajeros y millones de toneladas en carga.

El país y el Tolima necesitan el aeropuerto como el corazón de esa Infraestructura Logística Especial (ILE), una plataforma integrada que se articule con el mismo Aeropuerto Internacional El Dorado, una central de carga, una gran central de abastos, una zona franca agroindustrial y hasta una nueva terminal de transporte en Ibagué; todo ello acompañado de vías de acceso eficientes y servicios públicos con valor agregado, desde el mantenimiento hasta la operación aeronáutica. No es exageración: es lo que hacen las regiones que compiten en el mundo real.

Si algo demuestra la experiencia internacional es que estas obras prosperan cuando el sector privado las lidera y el sector público garantiza reglas claras; cuando el beneficio colectivo supera los temores temporales y los cálculos políticos. Un aeropuerto como el de Flandes, más que un proyecto, es la plataforma para toda una generación.

Habrá dificultades técnicas, ambientales, financieras y hasta rivalidades, pero los grandes territorios no se definen por sus miedos, sino por sus decisiones. Si lo postergamos, seguiremos celebrando que Satena atendió una oportunidad y no inaugurando rutas internacionales, captando inversiones y movilizando exportaciones.

La ruta es una buena noticia. Pero nos recuerda que somos una región privilegiada con necesidad de despegar y que tenemos todo, excepto la infraestructura logística para hacerlo. Tenemos liderazgo regional, ubicación estratégica, empresarios globales interesados y un gobierno nacional predispuesto. Lo que falta es unir fuerzas para terminar de construirlo y activarlo como el verdadero detonante del crecimiento económico regional. Porque las regiones que dudan se detienen, pero las que se atreven y conectan, son las que vuelan y llegan lejos.