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Colombia, un país en el que la desigualdad empeora en medio del discurso social

Hoy, la desigualdad no puede seguir siendo una palabra vacía en discursos electorales. Es urgente que el Estado llegue con fuerza a los 32 departamentos del país, no solo desde la perspectiva policial o militar, sino con inversión social, infraestructura digna, educación de calidad y generación de oportunidades económicas.
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Alejandro Rozo
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16 Nov 2025 - 10:20 COT por Alejandro Rozo

Al recorrer la historia de Colombia, es imposible no reconocer los síntomas profundos de un país marcado por la violencia, el narcotráfico, los grupos armados, la corrupción y la precariedad institucional en vastas zonas del territorio nacional. Sin embargo, más allá de estos problemas visibles, existe una consecuencia estructural y silenciosa que ha moldeado la vida de millones de colombianos, la desigualdad.

Colombia se mantiene entre los países más desiguales del mundo, con profundas brechas en ingresos, acceso a servicios básicos y oportunidades de movilidad social. Estas disparidades se evidencian tanto en zonas urbanas y rurales. En nuestro país, el lugar de origen, es decir, la familia, el territorio, el género o la clase social influye decisivamente en las oportunidades de vida. Esta desigualdad se hereda de generación en generación, limitando el desarrollo económico y social, y condicionando el bienestar de la sociedad en su conjunto.

La desigualdad no es un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia, la humanidad ha vivido sistemas profundamente injustos como la esclavitud. En Haití, por ejemplo, en 1780, cerca del 90% de la población era esclava, destinada a la producción de riqueza para sus amos. En Sudáfrica, durante el apartheid, la población negra tenía prohibido salir de sus zonas de trabajo sin un permiso oficial. Esta realidad también se vivió en América Latina y Colombia no fue la excepción, el sistema colonial mantuvo por siglos estructuras de dominación, explotación de mano de obra indígena y discriminación que aún hoy tienen eco en nuestra sociedad.

A partir del siglo XIX, con la implementación de leyes sobre derechos laborales, el mundo empezó a avanzar hacia la regulación de las relaciones entre trabajadores y empleadores, y a construir sistemas de protección social. Sin embargo, el camino ha sido desigual. En Colombia, pese a estos avances legislativos, la realidad para la mayoría sigue siendo adversa, la riqueza está concentrada en una minoría, mientras que millones de ciudadanos apenas sobreviven en condiciones de pobreza.

Según cifras recientes, más de 16 millones de colombianos viven en situación de pobreza monetaria o vulnerabilidad. Las políticas públicas inconsistentes o insuficientes en materia de educación, salud, infraestructura y saneamiento básico han reforzado este círculo vicioso. Las grandes expectativas puestas en gobiernos con discursos de igualdad como el autodenominado de la “Colombia potencia mundial de la vida” no se han traducido en cambios efectivos para la población más necesitada. Aunque se anuncian inversiones sociales, los escándalos de corrupción y la mala gestión terminan desviando recursos que deberían mejorar la calidad de vida de la gente.

Este fenómeno tampoco es reciente. Desde la década de los ochenta, Colombia ha vivido la paradoja de ser una economía con crecimiento en algunos sectores, pero con profundas grietas sociales. El auge del narcotráfico, la captura de instituciones por intereses privados, la concentración de la tierra y la violencia política han alimentado un modelo desigual. La violencia armada que incluyó masacres como las de Trujillo, El Salado o Bojayá no solo les arrebató la vida a miles de colombianos, sino que también profundizó las desigualdades entre quienes pudieron abandonar los territorios y quienes quedaron atrapados en el olvido estatal.

Hoy, la desigualdad no puede seguir siendo una palabra vacía en discursos electorales. Es urgente que el Estado llegue con fuerza a los 32 departamentos del país, no solo desde la perspectiva policial o militar, sino con inversión social, infraestructura digna, educación de calidad y generación de oportunidades económicas. Colombia necesita una verdadera descentralización del poder y los recursos. Necesita políticas públicas sostenibles que no cambien con cada gobierno, sino que garanticen justicia social a largo plazo.

Si queremos que Colombia deje de ser un caso de estudio sobre la desigualdad y se convierta en un referente de igualdad, debemos enfrentar este problema estructural con decisión. No basta con señalar las brechas, hay que cerrarlas. La historia nos ha demostrado que donde hay desigualdad, no puede haber paz ni prosperidad duradera, debemos centrarnos en las soluciones y no en los discursos populacheros de los promotores de la fallida “Colombia potencia mundial de la vida”.