Analfabetismo laboral: una condena a la exclusión

La educación hace al hombre un ser humano, autónomo e independiente, y por el contrario, el analfabetismo pareciera condenarlo a la exclusión social y la pobreza absoluta. Abdicar a la enseñanza formal pareciera ser fuente de pobreza extrema, y aunque no siempre es cierto, la educación si es la oportunidad para superarla. Y es que un gran número de las personas que se mantienen pobres, desempleadas o luchando en la informalidad, tienen baja comprensión de lectura y hace un uso inadecuado de la matemática como de las herramientas informáticas. Condición que los obliga a permanecer desocupados, en el rebusque o en la calle; perdiendo así, la oportunidad de calificar a un empleo digno y estable.
Aunque no encontramos estadística que mida ese analfabetismo laboral, sí podemos dimensionarlo a partir de la tasa de analfabetismo absoluto que, según el DANE, en Colombia supera el 5,2% de su población; al igual que el dramático 12,6% de analfabetismo en la zona rural registrado por el Censo Nacional Agropecuario, donde la mayoría de excluidos sigue siendo la mujer y la población joven de este país.
Y es que aún existen en Colombia regiones donde abunda esa triada tenebrosa de pobreza, analfabetismo y desempleo, como en los departamentos del Chocó y la Guajira donde la ignorancia llega al 14%de los habitantes. Demostrando que el desempleo y la pobreza es compañía infaltable del analfabetismo. Es lamentable poder afirmar que el analfabetismo es una condena a la exclusión, y que la restricción a la educación como derecho superior coarta igualmente los demás derechos fundamentales propios de todo ser humano.
Tan dramático es el porcentaje de colombianos que no saben leer ni escribir, como los que teniendo algún conocimiento básico, no saben de oficio o actividad económica alguna que les permita sobrevivir dignamente y conformar o sostener una familia; y es mayor el infortunio, cuando por esa condición la persona no logra hacer parte de procesos sociales y políticos vividos en su propia comunidad, viéndose expuesto al sometimiento de aquellos que suelen aprovecharse de esa dramática situación.
En coincidencia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente cuando el mundo se propone garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, o cuando Colombia en su Plan Decenal de Educación procura impulsar un sistema educativo de calidad que promueva el desarrollo económico y la transformación social, dejando entrever que la lucha contra la ignorancia absoluta y el analfabetismo laboral, no se ha ganado, haciéndose urgente capacitar para el empleo e imperioso educar humana y técnicamente a jóvenes y mujeres en temas de emprendimientos, habilidades y actividades económicas de supervivencia, dignas para un ser humano.
Especialmente en Ibagué donde también los índices de desempleo, informalidad y pobreza, son top nacional, nos corresponde hacer un plan de choque que corrija esos indicadores de miseria que llevan décadas y aun no se rompen. Y es que el circulo vicioso comienza cuando la situación económica familiar y falta de oportunidad, obliga a que los jóvenes abandonen sus estudios y salgan al rebusque, dejando las aulas por la calle. Esta desconexión con el sistema educativo lleva a que se pierdan generaciones completas, que bien entrenadas laboralmente podrían activar económicamente nuestra ciudad-región.
Muchos serían los elementos a conjugar en esta estrategia, pero en principio tenemos que definir en ese plan de choque, el propósito de avanzar hacia la inclusión y el desarrollo económico local. Muestra de esa falta de estrategia y cohesión entre lo público y lo privado, está la iniciativa de algunos sectores económicos, de montar sus propias escuelas(talleres) y capacitar gente del común para formar y cubrir sus propias necesidades; que aunque no se entienda desde lo público, son miles los empleados que se requieren con urgencia en Ibagué y no se tiene el recurso humano capacitado para cubrirlo.