Sobre el divorcio Aranda-Hurtado

Esta semana se acabó de concretar lo que desde hace dos meses había empezado a cocinarse. La fractura entre la alcaldesa Johana Aranda y su antecesor Andrés Hurtado. Para ser franco, aquello no estaba en los planes de muchas personas, pues además de que Hurtado puso todos sus esfuerzos para que Aranda llegara al cargo, nadie se hubiera esperado que la alcaldesa diera ese grito de independencia en pleno año electoral en el que Hurtado tiene la intención de lanzar a su hermana como candidata al Congreso, e incluso él mismo ha empezado la campaña con miras a la Gobernación del Tolima.
A hoy, se ha conocido la salida de más de 12 personas de la administración municipal, que tenían no solo vínculo familiar con Hurtado, como es el caso de sus primos que ostentaban cargos directivos allí, sino de políticos oriundos de municipios con los que Hurtado había sellado pactos y apoyos a su eventual candidatura a la Gobernación, bajo el amparo de la contratación y la burocracia del palacio municipal.
Frente a lo ocurrido, hay varias cosas que decir. Lo primero es que más allá de que la alcaldesa Aranda haya dado un golpe de autoridad, lo sucedido es una oportunidad perfecta para que recomponga su camino. Hay cosas que en la administración no funcionan bien simplemente por el hecho de que se ha priorizado lo político y los amiguismos sobre el deber ser de lo técnico y las ejecuciones, y en parte aquello se debía a la influencia de Hurtado, quien sin ruborizarse dijo recientemente en una entrevista estar preocupado por los contratos de su gente.
Lo segundo es que, aunque pareciera que se repite la historia de Hurtado con Barreto, y que lo ocurrido constituye una traición de la misma Johana Aranda (de la que muy seguramente empezarán a decir falazmente que quiere inventarse el Arandismo), la realidad de las cosas es que la alcaldesa dio una genuina muestra de sensatez y autonomía, pues ha entendido perfectamente, que si bien debe guardar un respeto y una cercanía con quienes la ayudaron a elegir, tiene muy claro que la alcaldesa es ella, y es quien debe tomar las determinaciones. Hay una frase que me encanta recordar en casos como este, y es que, en lo público, jamás hay que olvidar quien es el ordenador del gasto. Aquí, algunos creyeron que el jefe seguía siendo Hurtado, desconociendo la figura de la alcaldesa, y aquello les costó caro.
Lo último es decir que ante los agravios soterrados y el discurso extremadamente religioso que ha manifestado Hurtado en donde los demás son sus “hijos desobedientes” y él es el “padre” que debe corregirlos con una vara, hay que rodear a la alcaldesa y a los nuevos funcionarios que ingresen a su gobierno, quienes deberán responder con acciones concretas que beneficien la ciudad, sin entrar en el desgaste de la pelea, y alejados de cualquier polémica que tenga que ver con eso.
La ciudad requiere grandes transformaciones, y no debates de puestos y nombramientos que en nada le aportan a la ciudadanía. Si la alcaldesa sabe leer el momento, seguramente reemplazará a esas personas con quienes tengan ganas de trabajar por la ciudad independientemente de su color o ideología política. Si Hurtado quiere oponerse a eso o incluso convertirse en su más grande contradictor, pues seguirá sepultando su corto camino en lo político, y desde luego, verá truncada no solo las aspiraciones electorales de su hermana, sino las propias, si es que eso ya no ha pasado.