No es momento para ser indolentes

Una discusión que se viene dando hace algunos años en el país, se centra en en el papel que viene jugando la fuerza pública en la sociedad; como ya es costumbre, esto ha generado todo tipo de reacciones que alimentan la polarización que pulula en todos los ámbitos.
Para tener un contexto un poco más claro, es importante señalar lo que dice la Constitución Nacional al respecto: (…) “La fuerza pública estará integrada en forma exclusiva por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional”; adicionalmente, define el rol de las fuerzas militares y de Policía así: (…) “Las Fuerzas Militares tendrán como finalidad primordial la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional” y en cuanto a la policía establece: (…) “La Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz”
En ese orden de ideas, la función de nuestra fuerza pública es elemental para preservar el orden, la soberanía, la democracia, las libertades, la convivencia pacífica y el ejercicio de derechos. No obstante, algunas de estas instituciones han tenido situaciones serias que han empañado su función con casos de corrupción o como los propios falsos positivos, que dejó cientos de víctimas inocentes.
Pese a todo esto, es inconcebible que una parte de la población festeje los atentados y asesinatos de los que están siendo objeto nuestros soldados y policías por cuenta de la presión ejercida por terroristas y delincuentes, con un plan macabro llamado “pistola”; en ese sentido, ¿Cómo puede ser posible que alguien celebre la muerte de un soldado o un policía?
En lo que va corrido del año, han sido asesinados 34 policías y 56 militares, personas como cualquiera de nosotros, que tienen hijos, esposa, familiares y que son también colombianos, coterráneos. Asi que condeno la muerte de estas personas, servidores de la patria, que entregan su vida por defendernos; también condeno la pasividad del estado al no hacerle frente a esta situación con vehemencia y contundencia, y por último, rechazo el silencio complaciente de un sector de la clase política de este país, que arropados con ideologías insulsas le da mas valor a unos muertos que a otros.
No es el momento de ser indolentes ante una situación de este calibre, pues un país que no le da valor a la vida, estará destinado a fracasar como nación y como sociedad.