Historia del Tolima
Reseña historica
El Tolima fue creado jurídicamente por medio de la Ley número 01 de 1908 la cual fija sus limites territoriales. El territorio estuvo habitado muchos años, antes de la llegada de Cristóbal Colón al continente, por razas aguerridas de origen caribe apellidadas por los españoles 'Los Pijaos', que comprendían las tribus o parcialidades putimaes y yalcones, pantágoras, guarinoes y marquetones, entre las cuales sobresalían los Panches. Sin embargo la zona comprendida entre Anserma, Toche, Cocora e Ibagué, estaba poblada por descendientes de la raza Quimbaya, diferente a Los Píjaos.
El Tolima goza de una cantidad de leyendas y vida folclórica que le han dado merecida fama literaria. Al final de la época de la Colonia se inició su florecimiento cultural, con la iniciación de la Real Expedición Botánica, dirigida por El Sabio José Celestino Mutis. Y en los albores de la República la presencia de poetas, artistas, pintores, músicos afamados y escritores como Jorge Isaac, José Eustasio Rivera, Emiro Kastos y Diego Fallan, que convirtieron al Departamento en un prestigioso Centro Cultural.
En las esferas políticas el Tolima ha tenido varios presidentes de la República, como:
Manuel Murillo Toro, Abadia Méndez, Alfonso López Pumarejo y Darío Echandía. El Tolima posee una marcada diversidad cultural, que se evidencia en las diferencias de costumbres. El norte es de ancestros paisas, el sur predomina la cultura opita y el centro está penetrado por diferentes etnias.
Ibagué y su historia
Recuerdo de un joven cacique; de una hermosa y caritativa doncella; la ciudad de paso; más recientemente, la ciudad de los ocobos o la tradicional Ciudad Musical. Remembranzas de la villa agradable, cuyo clima maravilló en otras épocas a los españoles que llegaron a ella sedientos de vida, y no solo propia... Eso y más es Ibagué.
Cuatrocientos cincuenta años de historia enmarcan cuatro siglos y medio para recorrer cada capitulo acontecido en este cálido valle, que hoy celebra otro 14 de octubre come aquella tarde de 1550 cuando Andrés López de Galarza llego acompañado por 17 aventureros más en misión de fundadores, para deshacer huellas indígenas y hacer propio un territorio ya ocupado.
Así pues, y según cuentan los historiadores, López de Galarza hizo caso de las sugerencias de dos guías que lo acompañaron en tan osada aventura, Nautemo y Torcuato, para colocarle a la ciudad el nombre del joven cacique Ibagué, quien en ese entonces contaba con tan solo 20 años y era el jefe de la Sede Tribal Gobierno de los Pijaos.
Dicen que López de Galarza asintió a tal recomendación por considerarla justa, conveniente y original. Para ese momento, el cacique y su tribu ya habían huido, por lo que no hubo oportunidad de contradicción alguna.
Ibagué, ubicada inicialmente en donde hoy es Cajamarca, fue asentamiento de familias indígenas con gran jerarquía come Combeima, quien ya anciano le deja el poder a su hijo Ibagué, muy a disgusto para su otro hijo, el temible cacique Calarca.
Cuenta la historia que "Combaima fue el Ultimo hijo de la familia del Cacique Ambeima, hijo de lbaima, de donde se origino el nombre Ibagué, hijo de Combaima".
Hay otra versión acerca del origen del nombre de Ibagué, como la del antropólogo e historiador Josué Bedoya, quien en uno de sus tantos escritos sobre la historia de la ciudad afirmo que Ibagué era nombrada en recuerdo de una doncella o princesa llamada Igahé, querida por su caritativo espíritu por las tribus.
Lo cierto es que el cacique Ibagué procuro la pacifica convivencia con los blancos, al punto de que lo calificaron de indigno para seguir en su cargo, porque no solo fue amable con ellos sino que además se caso con una mujer blanca, una gitana llamada Osiris, y la peor ofensa para su pueblo, adopto el nombre de Baltazar
El historiador Bedoya también sostuvo que Ibagué no tuvo titulo de villa porque solamente fue una ciudad militar; puesto de avanzada de resistencia y desafio a los indomables Pijaos en su propio territorio.
Sin embargo, el nombre completo de Ibagué es La Villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas. San Bonifacio en honor a un santo europeo, como era tradición en la época de la conquista.
El Valle de Las Lanzas tiene su historia completa: La Real Audiencia comisiono al Capitán López de Galarza para que fundara entre Popayán y Santa fe una ciudad que sirviera de enlace entre ellas, que constituía la vía directa que comunicaba al Perú.
Así pues, en julio de 1550 arranco la expedición con indígenas flecheros de la sabana de Bogota. López de Galarza nombro Valle de Las Lanzas a las depresiones de los ríos Coello y San Juan porque allí le salieron al encuentro batallones de indios armados de lanzas.
A esos indios paeces y putimas, los españoles los apellidaron "Pijaos": Corrupción del vocablo "pingo" por presentarse desnudos. Así la afirmo el Cronista de la Conquista, Fray Lucas Fernández, en su libro Compendio de la Historia de Ibagué y del Tolima.
Pero hay otra versión sobre el nombre de los Pijaos. En el libro Raza de Pijaos y Fundación de Ibagué, de Dagoberto Hernández consta que los aborígenes tomaron ese nombre de una planta de hojas anchas y largas que emplearon para cubrirse y luego para entechar ranchos, además de otros usos posteriores.
Sea cual fuere la versión acertada del nombre de Ibagué, esta hermosa ciudad está hoy de fiesta y aún continua bordeada por el rió Combeima, antaño llamado Cutucumay que significa "rió del oro puro", y es la capital del Tolima, palabra que viene de Tolaima, que quiere decir nube en el lenguaje Karib, con lo que los Pijaos designaban al nevado.
Entre Pijaos y Quimbayas
De acuerdo con las investigaciones adelantadas por el Cronista de la Conquista, Fray Lucas Fernández, Ibagué es prolongación Quimbaya. La provincia de los Quimbayas yace entre las ciudades de Ibagué y Santa Ana de Anserma. Los Quimbayas vivían en las extensas zonas aledañas a Ibagué y no los Pijaos como se venia creyendo.
Los Pijaos, de raza Caribe, dominaban el sur del departamento, haciendo frontera con el rió Guatiporí o Coello, habitando lo que hoy es Rovira, Ortega, Guamo, entre otros municipios.
Y estos indígenas arrasaron con los Quimbayas que habitaban en Cajamarca, donde se ubico inicialmente a Ibagué.
En 1557 Ibagué fue declarada Estado de esclavitud para los indios Pijaos y en 1559 se le otorgo el titulo de ciudad.
Sitio de paso
Ibagué es además catalogada como una ciudad de paso porque la explotación de sus cerros, ricos en oro, plata, cobre y amatista decayó rápidamente, consolidándose como lugar de itinerantes en donde la gente no se quedaba; arribo y partida de viajeros y mercaderistas.
Fortunato Pereira Gamba, en el libro "La vida en los andes colombianos", responde al por qué muchos decidieron quedarse en Ibagué.
"Todo concurre allí para hacer de la capital del Tolima, algo incomparable: La situación topográfica; el clima delicioso; el Combeima cristalino y torrencial que envuelve a la perla del Tolima como collar de diamantes".
La Muerte de Calarcá
Era el cacique Combayma el más hermoso tipo del pijao, joven, valeroso y compartía con Calarcá el poderío de los vastos dominios de la raza caribe en el centro de Colombia.
Combayma sin embargo formó alianza con los españoles, se enamoró locamente de una española blanca y rubia ya entrada en años. La pasión del cacique lo llevó a solicitarla por esposa y como este enlace convenía para la pacificación, los capellanes del ejército se dedicaron a catequizar al salvaje; cumplida esta formalidad, lo bautizaron con el nombre de Baltazar, así le fue entregada al pie de los altares la dama de sus pensamientos.
En medio de este idilio, dedicado al trabajo, al amor y a una vida nueva, les llegó un niño, rubio como su madre robusto fuerte y bien conformado como su padre.
En esta criatura concentró don Baltazar todos sus cuidados y constituía todas sus esperanzas futuras. Pero he aquí que el cacique Calarcá, su amigo de antes, sabedor de este acontecimiento, consideró al Combaima como traidor a los derechos de su raza y le juró tomar entera venganza, en la forma y como era costumbre en las leyes de su pueblo. Así pues, hizo introducir en su casa un trapo ensangrentado, anuncio fatídico de guerra sin cuartel.
Un día cuando la madre del desgraciado niño, primer mestizo del Nuevo Reino, por vía femenina, se acercaba a una fuente con el cántaro y el hijo de la mano, mientras el padre, desde una huerta vecina contemplaba este cuadro, de la que más amaba en la vida, vió que de la maleza saltaba un indio, tomaba al niño violentamente y se lo arrancaba a la madre impotente para defenderlo. Su persecución fue ineficaz, por todas partes se buscó al ladrón hasta que el desgraciado padre perdió las esperanzas de recuperar aquel pedazo de su corazón. Tres días después del suceso, don Baltazar se levantó de su lecho y se encontró con un envoltorio en una piel de tigre, colocada cuidadosamente en el corredor de su casa, la desató y encontró un collar de perlas falsas y un arco que él había fabricado y lo había regalado a su amigo Calarcá en los buenos días de su amistad; y al lado de estas prendas, los huesos de su hijo, roídos par los dientes salvajes de su poderoso enemigo. Todo quedaba claro; la reconciliación sería ya imposible y no quedaba ya otro camino si no alistarse para la lucha a muerte entre estos poderosos titanes de la selva.
Don Baltasar, conocedor de lo que iba a suceder, advirtió a sus amigos los españoles del peligro que corrían si no estaban listos y voló a Coyaima con el fin de levantar sus tribus y armarlas para la guerra sin cuartel que pensaba hacerle a su enemigo, hasta vencerlo y tomar venganza del atroz delito o morir en la demanda.
Par su parte, el presidente Borja reunió la mayor parte de sus tropas en la mesa de Chaparral y el infatigable Calará, reunió todos sus efectivos y se presentó sobre el cerro de Calarma y colinas adyacentes a la mesa donde campeaban las fuerzas españolas.
Al principio el jefe indio se concretó a hacer ataques parciales en los que tuvo éxito.
Borja se retira a un lugar seguro mientras le llegan los refuerzos. Dueño ya de un ejercito de blancos, mestizos y colimás, amigos y dueños de una caballería, espera en los resultados de su táctica hasta que ambos ejércitos se enfrentaron en terreno descubierto y llano en el punto donde termina la mesa de Chaparral y empieza el descenso para llegar a la provincia de Ambeima.
Calarcá y Gualara, jefes supremos del ejército indígena, lanzan sus batallones a la muerte. La batalla brama, la sangre corre; Calará busca afanoso al Combayma para darle el castigo definitivo. Combayma a Baltazar, busca afanoso el paradero del insolente comedor de su hijo, al fin se encuentran, las llamaradas de odio enrojecen sus rostros, mudos, con los ojos extraviados, lanza en ristre se acometen coma dos fieras; avanzan, retroceden, los músculos poderosos se ensanchan como cauchos, hasta que don Baltazar, quizá más joven, o tal vez más fuerte, logra ensartar a su enemigo par el vientre y, el infortunado deslizándose se vino a caer en los brazos férreos de don Baltazar.