El olvido: La segunda tragedia que vivieron los armeritas después de la avalancha
“Recordar lo de Armero es muy triste porque después de 30 años la situación está prácticamente igual, lo que vimos esa mañana fue un horror porque cuando llegamos al lugar donde había estado Armero encontramos solo un cañón, era una escena de terror”, así lo narra Leopoldo Guevara, que para el momento de la tragedia de Armero era el director de la Defensa Civil de Venadillo y quien fuera el primer colombiano en avizorarle al país la magnitud del desastre al realizar un sobrevuelo en una avioneta de fumigación.
Leopoldo recuerda que cuando entregó el reporte de lo que estaba viendo nadie le creía. “estuve en Armero hasta las 5 de la tarde del 13 de noviembre y en ese momento ya estaba cayendo mucha arena y material piroclástico, así que decidí regresar a Venadillo para organizar la gente de la defensa civil para estar preparados para ayudar a las personas de Armero pero nunca pensamos que fuera a pasar algo tan grave”.
El rescatista comentó que la primera persona que le creyó lo que había pasado fue Édgar Antonio Valderrama quien empezó a hacer la difusión de lo que había pasado alrededor de las 6 a.m. del 14 de noviembre.
“Lo del volcán era inevitable pero ninguna entidad quiso creer en la historia, no se podía evitar el desastre pero si se hubiera podido salvar a todas las personas si se hubiera actuado de otra manera, de todo Armero solo un 5% quedó en pie”, aseveró Leopoldo Guevara.
El ex director de la defensa civil de Venadillo también aseguró que todo en ese momento fue caos, dado que hace 30 años no existían las facilidades en comunicación, rescate, trasporte, etc.,… por lo cual fue imposible rescatar a muchas personas entre ellas a Omayra.
“Nadie calculó que al presentarse una erupción se iba a fracturar el casquete polar y se iba a venir una avalancha por el río Lagunilla, por lo cual la gente tenía presente la amenaza pero no le prestó la atención necesaria, además se realizó una misa que apaciguó un poco los ánimos y la gente se encerró en sus casas”, apuntó Guevara.
Armero en ese momento era un pueblo muy próspero y el principal municipio luego de Ibagué en el departamento, era el primer productor de algodón del país por lo cual su economía era muy fuerte.
“Al alcalde de Armero le decían ‘el loquito del volcán’ cuando viajaba a Ibagué a suplicar ayuda. Sí este hecho se presentara nuevamente seguramente no tendría las mismas consecuencias devastadoras empezando porque el calentamiento global ha derretido mucho el casquete polar, sin embargo en ese momento la piedra que represó el río sumado al gran espesor de la capa de hielo produjo la tragedia que hoy lamentamos”.
“Había mucha gente y existía muy buena voluntad, pero no habían los medios, las comunicaciones eran muy críticas lo cual afectó mucho el rescate, lo que me preguntó hoy en día es si estamos preparados para afrontar de nuevo una situación como esta aun cuando tenemos los medios”.
Flavio Rodríguez en ese entonces era el secretario de Gobierno y era quien tenía la facultad de dar la orden de evacuación de Armero, sin embargo esta nunca llegó. “El agua que estaba en la represa de Cirpe fue la que dio el primer aviso al municipio, como a las 10 y 40 una compañera nos dijo que Armero se estaba inundando, luego se presentó una segunda avalancha con el material que venia del río Lagunilla que fue la que terminó arrasando a Armero”, añadió Leopoldo.
El ex director de la defensa civil de Venadillo relató que cerca de 5.000 personas se salvaron al refugiarse en las partes altas del municipio sin embargo por corrupción apareció un número muy superior de damnificados, por otra parte las ayudas nacionales e internacionales fueron exorbitantes, el mundo se solidarizó con Armero sin embargo para éste rescatista de todos los recursos solo un aproximado del 20% llegó a las víctimas, el resto se perdió en el camino. También relató que muchas de las personas que sobrevivieron eran dueñas de propiedades sin embargo luego de la tragedia sumidos en su dolor se diseminaron por el país y los vecinos agricultores aprovecharon para adueñarse de esas tierras.
Algunas de las propuestas para aprovechar el espacio que dejo el desaparecido Armero ha sido crear un basurero ante lo cual Leopoldo aseguró que “eso sería un irrespeto con todas las victimas además el lugar fue declarado campo santo por Juan Pablo II”.
Esas 5.000 personas que representaban el milagro de la salvación, que sobrevivieron refugiándose en las partes altas e incluso nadando durante horas entre el lodo pasaron a enfrentar otra tragedia igual de grande a la que arrasó con su pueblo, muchos ellos, heridos, tuvieron que ser trasladados al municipio de Lérida donde encima de un plástico gigante extendido en el suelo fueron bañados por un carro tanque para quitarles el lodo y poder determinar sus heridas y a donde trasladarlos, aturdidos, exhaustos, sin saber de sus familias.
En este sentido Leopoldo narra con pesar que “no se les veía sino los ojos y los dientes, el barro estaba aferrado a su piel de tal manera que no se distinguía si eran hombres o mujeres. Nunca culpé a las personas que en primera instancia no me creyeron porque fue tan grande el impactando que yo sufrí al ver ese planchón en donde horas antes había dejado a mis amigos que si no lo hubiera visto jamás lo habría creído”.
Sobre Omayra el rescatista añadió que “fui una o dos veces a verla y había mucha gente trabajando para rescatarla pero fue humanamente imposible con los recursos que habían. La niña, una santa, nunca la vi desesperada y tenía una tranquilidad, una resignación total. Una cosa es lo que les estoy contando y otra cosa fue vivirlo, todas las personas que perdieron prácticamente a toda su familia y quedaron solos en el mundo, jamás van a superar esa situación y muchos siguen siendo presas de las pesadillas, es un dolor que llevaran para toda la vida”.
Finalmente Leopoldo Guevara, el primer hombre que desde una avioneta de fumigación contempló el horror de la avalancha de Armero donde murieron cerca de 25 mil personas, afirmó que lo único que lo ha ayudado en todos estos años a superar el dolor de perder a muchos de sus amigos fue tener resignación y pedirle a Dios fortaleza, pero además fue enfático al aseverar que “quien vaya hoy en día a Armero se encontrará con un sitio donde el olvido es la constante, donde no existe la mano del Gobierno, donde sus sobrevivientes están dispersados y solo lo acompaña el recuerdo de sus niños desaparecidos”.