Colombia bipolar

El PIB creció 2.7% en el primer trimestre de 2025, con proyecciones cercanas al 3% para el cierre y 3.5% para 2026. La pobreza monetaria cayó a 33% en 2023, sacando 1,6 millones de personas de la miseria. El desempleo, en 9.6% en 2025, muestra mínimos históricos, impulsado por la informalidad y la burocracia pública, el consumo y sectores como comercio, agro y servicios. Pero este brillo es un espejismo: no responde a la genialidad gubernamental, sino a ciclos expansivos globales postpandemia que Colombia no ha sabido capitalizar.
Mientras tanto, otros países de América Latina han exprimido el boom con pragmatismo. Argentina, con un crecimiento proyectado del 5% en 2025, logró un superávit primario del 2% del PIB y atrajo USD 15,000 millones en inversión extranjera directa en 2024, duplicando los flujos de Colombia. Chile, creciendo al 2.6%, captó 11,760 millones de dólares en inversión externa (aumentando un 300% respecto a 2023), impulsado por minería y energías renovables. Perú, creciendo al 3.3%, incrementó su inversión extranjera un 65% mediante asociaciones público-privadas en infraestructura. República Dominicana, con un 4.7% de crecimiento, se consolidó como hub de nearshoring, manteniendo una inflación del 3.5% frente al 5.2% colombiano. En cambio, Colombia vio su inversión privada caer un 18% en 2024, al 15% del PIB, mientras el ahorro nacional se desploma al 14% del PIB, frente al 21% de 2019.
Esta “bipolaridad económica” (o euforia coyuntural versus colapso estructural) parece más crónica de una muerte anunciada. El déficit fiscal alcanzó el 6.8% del PIB en 2024, con un gasto público que crece al 22% anual frente a un recaudo al 4%. Por ello, la deuda pública será este año la más alta en la historia de Colombia en relación al PIB, se encarecen los bonos soberanos en más de un 25%, y se suspendió la línea de crédito del FMI. La producción petrolera, que aporta el 5.6% del PIB, cayó un 5% por decisiones ideológicas de gobierno, mientras el Brent a 60s agrava el déficit. La inseguridad, con cultivos ilícitos en 300,000 hectáreas, y tensiones con USA. ahuyentan capitales, con una caída del 22% en inversión manufacturera.
El sector energético, con alzas tarifarias (para muchos superiores al 30%) y escasez en gas, anticipan más inflación. La educación sufre por el marchitamiento del ICETEX, y la vivienda, por la eliminación de subsidios VIS y no VIS, frena la construcción. En tanto México y Brasil capturan el 60% del nearshoring regional, Colombia depende de una burocracia inflada (empleo público creció 7% en 2024) y juegos de azar, reduciendo su crecimiento potencial al 2.5% frente al 3.5% de Perú. La retórica del “bla,bla,bla” del gobierno, cargada de odio y resentimiento, dispara la incertidumbre, alejando la confianza.
Cuando el ciclo expansivo termine, la inflación energética, el desempleo y la pobreza resurgirán, dejando un legado de 3,500 dólares en deuda por colombiano. Petro confunde ciclos globales con méritos propios, pero esta quimera bipolar no engaña: el próximo gobierno heredará una economía al borde del abismo. Pilas!!