Tolima: donde los Andes laten por el agua

Por: Jonh Jairo Méndez Arteaga
Existen montañas que se conquistan con los pies, con el corazón y con la mente. La Cordillera de los Andes es una de estas. Para los tolimenses, no es solo parte de nuestro paisaje sino la columna vertebral de nuestra identidad, la guía cultural de muchas generaciones, un espacio sagrado que nos caracteriza, la fuente de donde se alimentan nuestras mesas y el refugio de nuestra riqueza natural que nos da vida.
Los Andes son fuente permanente del agua que sacia nuestra sed, que riega nuestros cultivos y los cafetales que hoy nos otorgan prestigio ante el mundo. Y aunque esta pétrea majestad milenaria pareciera incólume, solo requerimos observar el retroceso de los glaciares en sus nevados, evidenciar la fragilidad de un frailejón en las manos o escuchar la inquietud de un campesino por un afluente que se seca o se reduce, y con ello entender que este gigante también puede padecer.
Es en respuesta a ese llamado, a veces sutil y a veces ruidoso, de la montaña que surge el “Encuentro Suramericano por la Cordillera de los Andes”. Un evento significativo promovido con pertinente visión de la gobernadora del departamento del Tolima y apoyado por el Ministerio de Ambiente y la Cancillería de Colombia, lo cual marca un hito importante en cuanto a hacer y no solo promulgar. Indica la transición de acciones individuales a una imprescindible perspectiva continental sobre la protección de los Andes y los peligros que la aquejan. Por mucho tiempo, hemos visto la cordillera como un límite natural que nos separa geográficamente; hoy, la urgencia de los cambios del clima nos impulsa a reconocerla como lo que siempre ha sido: un ecosistema que nos integra en un destino compartido a todos aquellos que sobre ella vivimos a lo largo de sus 7.000 kilómetros de recorrido. Siete naciones hermanas se reúnen casi por primera vez a debatir sobre ella, su presente y su futuro, y no es casualidad que lo hagan aquí, en el Tolima, un departamento que representa una síntesis del ecosistema andino, desde los valles calurosos hasta las cumbres heladas del Parque Nacional Natural Los Nevados.
En este contexto de responsabilidad histórica y social, la Universidad del Tolima no se limita a ser una simple anfitriona de un evento trascendental, sino que se presenta como un motor intelectual, académico e investigativo para aportar a este propósito. Reconocemos que los retos de la cordillera son complicados y no pueden ser tratados desde una única disciplina. Por esta razón, todas nuestras áreas del conocimiento se han unido para trabajar por el territorio y aportar en este Encuentro internacional; además de poner al servicio de las naciones hermanas décadas de trabajo en defensa de los Andes, a pesar de las dificultades por el eterno conflicto social que se viven nuestras montañas. Lo hacemos con la certeza de que el conocimiento científico debe interactuar con respeto al saber ancestral de las comunidades que han vivido durante siglos en estos hermosos paisajes y lo conocen como pocos. No realizamos investigaciones para almacenar documentos, sino para desarrollar soluciones desde la apropiación social del conocimiento.
Nuestra misión va más allá de la creación de conocimiento técnico-científico, enfocándose en la formación de una nueva generación de ciudadanos con una profunda "conciencia ambiental andina". Expertos que no solo manejen una disciplina, sino que reconozcan que cada elección técnica, cada norma pública y cada iniciativa productiva puede hacer la diferencia en el frágil equilibrio de los Andes. Queremos poner en evidencia que esa es la esencia de la extensión y la proyección social: una ciencia relevante que acompaña a las comunidades y se dedique a la defensa de la vida y que mejor, que la vida en los Andes mismos.
Serán cuatro días del Encuentro (21, 22, 23 y 24 de octubre próximos), dos de una exclusiva agenda académica de investigadores, profesores, expertos y estudiantes y los otros dos del referente interinstitucional e internacional. Ibagué y Murillo serán anfitriones.
Esa semana, en Murillo, uno de nuestros municipios de páramo, se llevará a cabo la firma de una declaración por el agua y la vida que espera convertirse en hoja de ruta frente a las políticas públicas y acciones subnacionales para defender los Andes en el futuro próximo. La selección de este bello municipio, el más hermoso de Colombia, está impregnada de simbolismo. No se trata de un acuerdo firmado en un frío salón de conferencias, sino de un compromiso realizado en el corazón del ecosistema que pretendemos proteger, bajo la atenta mirada del Nevado del Ruiz, nuestro guardián.
Lo que se firme en ese lugar será más que tinta sobre papel; será una red de voluntades humanas, un vínculo de confianza entre gobiernos, academia y, sobre todo, las comunidades andinas, mostrando que la cooperación puede y debe ser más robusta que cualquier frontera.
Los Andes, en resumen, no nos dividen, nos entrelazan mediante un sistema circulatorio de ríos, bosques y páramos. Y en el Tolima, estamos a la vanguardia de entender que proteger nuestras aguas y montañas no es solo un simple gesto ambiental, un grito o manifiesto, sino el acto más sincero de gratitud y de sabiduría en conjunto frente a lo que nos ha dado la naturaleza; ya que la cordillera es el corazón de Sudamérica, este territorio es en la actualidad, con orgullo, uno de sus latidos más firmes y conscientes: un lugar donde la esperanza se defiende con esfuerzo, el futuro se honra con sabiduría y la vida se celebra y protege al resguardar cada gota de agua que Los Andes producen.