Ricardo Pesca: 45 años forjando historia en la Universidad de Ibagué

Hablar de Ricardo Pesca Angulo es hablar de la historia viva de la Universidad de Ibagué. Profesor de tiempo completo y uno de los rostros más emblemáticos de esta institución, Pesca ha dedicado casi toda su vida profesional a la academia, acompañando el crecimiento de la universidad desde sus cimientos hasta convertirse en el campus moderno que hoy conocemos.
Egresado del Colegio Manuel Murillo Toro en 1980, inició estudios de Ingeniería Agronómica en la Universidad del Tolima. Sin embargo, pronto descubrió que su verdadera pasión no estaba en los cultivos, sino en los números. Fue entonces cuando, motivado por el consejo de su padre, decidió aventurarse en un nuevo proyecto educativo que apenas comenzaba a gestarse en Ibagué: la Corporación Universitaria de Ibagué, hoy Universidad de Ibagué.

En 1981, con apenas 17 años, ingresó al programa de Contaduría Pública, uno de los cuatro con los que inició la institución, junto a Mercadotecnia, Ingeniería Industrial y Administración Financiera. Hizo parte de la primera promoción de contadores públicos y, años más tarde, complementó su formación con una especialización en Finanzas en EAFIT y una maestría en Dirección Universitaria en la Universidad de los Andes, apoyado siempre por su alma máter.

Su vínculo con la universidad no se detuvo al graduarse. Junto a su compañera Myriam Urrea, pasaron de ser estudiantes fundadores a profesores catedráticos y luego docentes de planta. Con el tiempo, Pesca asumió la dirección del programa de Contaduría y la Vicerrectoría Académica, cargo en el que permaneció cinco años. Desde allí impulsó la creación de nuevos programas, entre ellos Comunicación Social y Diseño Gráfico, en la administración de Leónidas López.
Hoy, a escasos meses de su jubilación, el profesor Pesca celebra 45 años en la institución que también está de aniversario. Habla con orgullo de este proyecto que considera, junto a su familia, el gran propósito de su vida. “La universidad y mi familia han sido mi proyecto. Aquí he tenido estabilidad, oportunidades de crecer y he sido feliz. Una vez le preguntaron al Tino Asprilla qué era lo que más le gustaba de jugar fútbol, y él respondió que le pagaran por hacer lo que le gusta. Así me he sentido yo”, afirma con una sonrisa.

En su memoria permanecen intactos los recuerdos de los inicios: la misa de acción de gracias, el evento de colocación de la primera piedra del campus actual, sus primeros profesores —como Inés de Gamboa—, y hasta el recibo de pago de su primer semestre. También rinde homenaje a figuras claves en la historia institucional, como Eduardo de León, Santiago Meñaca, Roberto Mejía y José Osorio, quienes, según él, “hicieron posible que esta universidad no solo naciera, sino que se consolidara como una de las más importantes de la región”.
Lejos de los salones, Pesca cultiva otra pasión: el modelismo naval. Dedica semanas enteras a construir réplicas a escala de embarcaciones históricas que no vende, ni conserva en su casa, labor minuciosa que convierte en regalos para sus amigos más cercanos. Actualmente trabaja en tres piezas emblemáticas: La Niña, La Pinta y la Santa María, con el sueño de algún día exhibirlas públicamente, no por vanidad, sino para que las personas conozcan más de esta afición tan poco común.

A las nuevas generaciones les deja un mensaje cargado de compromiso: “Que retomen las banderas que nosotros ya vamos dejando. Que valoren la universidad, porque aquí hay oportunidades para crecer y trascender”, dice con la misma convicción que lo llevó, hace más de cuatro décadas, a apostar por una institución que aún no tenía nombre, pero sí un futuro prometedor.