El mundo del espectáculo
Cuando se hablaba del mundo del espectáculo se entendía como todo aquello que giraba alrededor de la música, el teatro, la danza y otras formas de expresión. Hoy el concepto ha cambiado, pues el espectáculo se convirtió en la metáfora del desarrollo como ideología del industrialismo producto del capitalismo y la globalización de la información.
El espectáculo es como un virus, como lo llamó el filósofo, escritor y cineasta francés Guy Debord; ya que se esparce por todo el planeta contagiando grandes proyectos, labores sociales y los discursos y el accionar de políticos y gobernantes. Estos últimos escogieron al espectáculo como la herramienta para poder venderse, haciéndole culto a la apariencia para complacer la favorabilidad, no de habitantes y la sociedad en general, sino del público.
El auge de las redes sociales le abrió el camino a muchas personas para hacerse notar y alcanzar la tan anhelada fama; de allí, surgió el concepto de ‘’influencers o creadores de contenido’’, eso sí, haciendo cualquier cantidad de ridiculeces para hacerse “virales”. Por desgracia, nuestra clase dirigente está incurriendo en esa vacía modalidad.
El afán de nuestros políticos y gobernantes consiste en hacer cosas que los hagan populares, propias de los influencers. Su intención a través de las redes sociales no es enviar mensajes que muestren vocación de servicio, el desarrollo de políticas públicas o la solución efectiva a tantas necesidades; el interés en sus publicaciones es obtener “likes y views”, así es que miden el alcance de sus acciones ante la audiencia.
Esa es la razón por la que tenemos un presidente que gobierna por “X”, alcaldes que barren, trapean, se disfrazan, congresistas que insultan y demás. Nos encontramos en el mundo del espectáculo, donde importa mas la forma que el fondo, la foto más que el niño o el anciano, el video más que el proyecto o la polémica más que el debate de las ideas.