No a la reforma a la salud
Después de la pandemia que padecimos en el año 2020, la salud se convirtió en una prioridad para los colombianos y el mundo entero, pues nos recordó lo frágil que puede llegar a ser la vida sino tenemos atención oportuna y de calidad; lógicamente, la proporción de lo que vivimos desnudó las fallas de nuestro sistema, por ende, quien hubiera sido elegido el año pasado como presidente, tendría que hacer lo posible por introducir esos cambios.
El sistema de salud con el que contamos hoy está lejos de ser perfecto y a pesar de la pandemia, funcionó mejor que en muchos países desarrollados, en donde millones de hogares tuvieron que asumir los altos costos de atención de cuidados intermedios e intensivos. Por lo cual, desconocer los avances que se han tenido desde que entró en vigencia la ley 100 de 1993 en cuanto a cobertura, suministro de medicamentos y calidad del servicio sería un craso error.
Obviamente, repito, el actual sistema está lejos de ser perfecto, en ningún país lo es; por eso, es imperioso solucionar el acceso oportuno al sistema de las personas que habitan en los sectores rurales de todos los rincones del nuestro territorio, diferenciar entre las ciudades grandes, las intermedias y los municipios medianos y pequeños, como lo ha propuesto Fedesarrollo; contemplar el anuncio hecho por los expertos, que en los próximos años la presión financiera sobre el sistema va a ser enorme por el envejecimiento de la población, implementar el uso de la tecnología en los diagnósticos y en los tratamientos médicos, tener mayor cubrimiento en las enfermedades de alta complejidad y que por fin, la Superintendencia de Salud, haga un efectivo seguimiento a la operatividad administrativa, medica y financiera de las EPS.
Sin embargo, por razones de simple ideología de este Gobierno, el presidente y la ministra de Salud proponen una reforma sin razón técnica ni de peso, tan solo los caprichos de un presidente que abusa de su imaginación y los de una ministra que lo secunda. Los dos consideran que hay que cambiarlo por cambiarlo, cueste lo que cueste, sin importar el impacto de ese cambio sobre sus usuarios, que somos todos los colombianos, desechando las opiniones legitimas de quienes conocen la operación del sistema.
De hecho, al mejor estilo de Petro candidato, se llegó a afirmar que el sistema era el peor del mundo y ahora, el mismo presidente, en su habitual forma de gobernar a través de Twitter, ha dicho que: “los hospitales y las clínicas privadas han sido los más corruptos gracias a la Ley 100 de 1993 y que financiaron a los paramilitares”.
Finalmente, en lugar de destruir el actual sistema, habría que abordar los problemas identificados desde hace tiempo para corregir sus fallas porque es lo que se requiere para seguir adecuando y estabilizando el sistema. No mas demagogia, improvisaciones ni salgamos al vacío, NO A LA REFORMA A LA SALUD.