Cero y van dos contagios

Para muchos será exagerado que los cuarentones viajen a vacunarse estando tan cerca la primera dosis; sin embargo, no es para nada descabellado pensar en la posibilidad de hacerlo al ver en grado de indolencia en nuestra sociedad. Nos toca navegar entre la irresponsabilidad de quienes encuentran cualquier motivo para aglomerarse, que va desde irse a marchar hasta asistir a caravanas y celebraciones, pasando por aquellos que aún piensan que el virus es un invento y que el tapabocas no es necesario. Con una economía afectada, la necesidad de salvar empleos y superar la crisis que deja la pandemia y el prolongado paro, las autoridades tienen el gran desafío de garantizar a los ciudadanos el acceso a la salud, aunque su capacidad instalada de UCI se encuentre al límite.
Mientras a diario se pide mesura y buen comportamiento para detener contagios, algunos líderes políticos y sindicales, continúan aprovechando la facilidad con que se manipulan las masas, para promover aglomeraciones y así culpar al gobierno del mal comportamiento de los ciudadanos. Por otro lado, hay que ver la indignidad con que EPS como Sanitas, que solo tiene un punto para efectuar pruebas Covid, trata a sus usuarios pues, si usted tiene sospecha de Coronavirus, debe ir a hacer una fila de 3 cuadras para acceder a la prueba Pcr si no es una urgencia vital; pensar en que van a su casa a tomarle la prueba es una utopía, pues ellos si son buenos es para enviar encuestas por WhatsApp y hacer llamadas para llenar sus registros, pero primero puede pasar que lo mata el Coronavirus antes que vayan a su casa a tomarle la prueba. En mi segundo contagio de Covid 19, este último ya no asintomático, tuve que batallar con esto ya que lamentablemente, la prueba que nunca me tomó la EPS Sanitas, la logré a través de mi medicina prepagada y salió positiva.
Fueron días de aislamiento con síntomas de ahogo, mareo, pérdida de olfato, dolor intenso de cabeza y lo peor, el constante miedo a morir dejando dos hijas pequeñas y peor aún, pensar en que se pudieran contagiar. Hace más daño al cuerpo todo lo que uno se imagina y que afortunadamente no ocurre, que lo que puede hacer el mismo virus. En todo caso, luego de superarlo y manteniendo aún algunos síntomas, solo me resta agradecer a Dios su infinita misericordia al mantener mi familia sana y viva, mientras superé la enfermedad y, con valentía, aceptación y por qué no resignación, admitir que estamos rodeados de egoísmo, indolencia, irresponsabilidad y que difícilmente vamos a caminar hacia un resultado diferente mientras las sociedades estén llenas de personas que transitan por la vida poniendo por encima sus propios intereses en detrimento de la salud y el bienestar de los demás. Las reflexiones frente a la muerte, deberían en principio ayudar a valorar lo que se tiene, pero en mi caso, me reafirmaron que no es el entorno que quiero para mis hijas.
Esta ciudad no es la ciudad que nos merecemos, una ciudad donde haya un sentimiento colectivo de autocuidado, una preocupación auténtica porque nos reactivemos económicamente, una ciudad en donde nos demos la oportunidad de permitir que nuestros gobernantes actúen y una ciudad donde no se diga jocosamente que aquí mueren más de envidia que de Covid, pues la realidad actual, es que el Covid 19 está ganando la batalla dejando dolor, sufrimiento y ausencias irremplazables. Por ahora no nos queda otra que continuar viendo el futuro con optimismo a pesar de nuestra realidad y nuestro entorno, rogar para que la delincuencia y la falta de empatía no se apodere de nuestras ciudades, y seguir esquivando el virus mientras nos llega el turno de vacunarnos porque ya esta claro que a los ibaguereños nos quedó grande controlarnos y cuidarnos.