Los superpoderes del lenguaje

“El poder del lenguaje es incalculable. El lenguaje no solo describe las cosas, sino que además consigue crear nuestra propia realidad” - Rafael Echeverría- Ontología del Lenguaje.
El postulado de que el lenguaje tiene poder creador, regenerativo y transformador, nos distancia del dicho que nuestros abuelos nos enseñaron: “Las palabras se las lleva el viento” Desvirtúo esta afirmación en su sentido literal; a las palabras no se las lleva ningún viento, NUNCA.
En nuestras familias nos metieron en el inconsciente como un mandato y una creencia magnánima esta frase que nos faculta para dañar y continuar como si nada, ignorando que el lenguaje es acción.
Cuando hablamos actuamos y con esas acciones determinamos y generamos posibilidades, modificamos el futuro y construimos identidades.
En términos sencillos y definitorios “Lo que todos buscamos como propósito último es contar una buena historia con un protagonista decoroso, que genere admiración propia y de los demás” (Dr. Luis Castellanos).
Lo que a veces ignoramos es que estamos dotados con una herramienta maravillosa para construir esa historia que queremos contar; esa herramienta es nuestro lenguaje. La mayor o menor amplitud de nuestro mundo está determinada por la mayor o menor amplitud de nuestro lenguaje. Bien lo expone el Dr. Mario Alonso Puig “El lenguaje constituye los ojos del cerebro. No somos conscientes del inmenso poder del lenguaje, las palabras que decimos, la forma en que las decimos y las intenciones que tenemos al decirlas afecta de manera constante nuestra biología, nuestra capacidad de resolver problemas, define nuestra percepción de los recursos internos y diseña nuestra realidad presente y futura”
Hemos sido educados y entrenados para juzgar y condenar a otros por sus acciones y sus palabras. Podemos enmarcar y etiquetar a todos de acuerdo a su manera de vestir y de expresarse verbal y gestualmente, pero somos bastante obtusos y lentos para hacer conciencia pura y dura a cerca de la manera en que construimos nuestra realidad a partir de nuestras palabras. Nadie nos ha dicho ni nos ha enseñado y mucho menos nos han entrenado en casa, ni el colegio, ni en la Universidad acerca de la manera de depurar nuestro lenguaje operando primero en nuestro diálogo interior, que es tan poderoso como la articulación de las palabras. Siempre lo he dicho, el trabajo más difícil, loable y valioso es aquel que hacemos en nuestro propio ser, aquel que nos cuestiona y nos confronta y nos ayuda a acercarnos a la versión que deseamos de nosotros mismos.
Las palabras son físicas, se sienten en el cuerpo, duelen o sanan, abrazan o hieren, construyen o destruyen, condenan o perdonan. Las palabras tienen superpoderes que desperdiciamos, superpoderes que subestimamos e ignoramos. Las palabras identifican sentimientos y pensamientos y abren o cierran espacios de vida.
Hoy nos enseñan nuevas tecnologías, es urgente que aprendamos de cualquier cosa técnica que supuestamente nos de herramientas para defendernos en la sociedad y abrir caminos de progreso, pero no nos entrenan en la forma de usar y aprovechar el lenguaje como una herramienta física que construye nuestra vida y nuestro futuro. Las palabras nos dan o nos quitan energía, nos bloquean o nos conectan con la creatividad y con las ilusiones, nos ayudan a crear lo que soñamos o nos alejan de lo que decimos querer.
“Cuidado con los pensamientos: se convierten en palabras;
cuidado con las palabras: se convierten en acciones;
cuidado con las acciones: se convierten en hábitos;
cuidado con los hábitos: se convierten en carácter;
cuidado con el carácter: se convierte en tu destino.
– Frank Outlaw”
A través del lenguaje expresamos primero a nosotros mismos y luego al mundo nuestras interpretaciones y valoraciones y a partir de ellas estamos generando nuestra identidad y personalidad. Somos nuestros pensamientos y nuestras palabras, antes que nuestras acciones. Vinimos al mundo equipados con libre albedrío, esto no es más que la libertad de optar por lo que nos apetezca. Tenemos el poder de decidir, tenemos el poder sobre nuestros pensamientos y por ende, sobre nuestras palabras.
Si Usted quiere mejorar su calidad de vida y la de los otros, debería preguntarse cómo ayuda su lenguaje a la construcción de sus realidades, de su cotidianidad y de la relación con su entorno.
Lo invito a reflexionar y a que se atreva a mirar dentro de usted. Revise qué se dice y cómo se lo dice y si su lenguaje lo moviliza a la acción o por el contrario, lo paraliza.
“Las palabras no se las lleva el viento sino que crean realidades. Busque palabras para ayudar y para anular. Tal vez se sorprenda de lo que empiece a suceder. – Dr. Alonso Puig”