Opinión: A cerca de la grandeza de nuestro amor por esta tierra

Yo me pregunto ¿cuál es la época para reconciliarnos con el amor por nuestra tierra?
¿Cuál es ese mes en que nos enamoramos de nuestra ciudad, en que valoramos las maravillas de nuestra casa, el clima que en Bogotá envidian, la facilidad de movernos que en las metrópolis no existe? ¿Cuál es la época para amar y valorar la tranquilidad de caminar por la mayoría de las zonas de la ciudad sin obsesionarnos con que nos roben, el acceso fácil a la vivienda digna, la alegría de nuestra música y el fluir natural de nuestra vida en esta tierra?
La mayoría de las personas siempre estamos buscando más, en todas las áreas de nuestra vida, nunca nos sentimos suficientes, realizados, satisfechos ni completamente felices.
Mi invitación de hoy es a mirar con otros ojos nuestra ciudad: a amarla, a valorar esos diferenciales que no se encuentran tan a la mano en otras ciudades de Colombia, a entender por qué si vamos a un centro comercial ya contamos más placas de Bogotá en los vehículos que placas locales…la gente sale huyendo de Bogotá porque allá tienen sus trabajos, allá producen y crecen pero no pueden disfrutar de las cosas simples, por eso buscan a IBAGUÉ!
No estoy exponiendo que vivimos en el paraíso, estamos bien lejos de esa realidad.
Si bien es cierto que tenemos problemáticas críticas y crónicas que a veces logran amargar nuestra existencia y el normal desarrollo de nuestras labores en la ciudad ( calles destruidas, vías insuficientes, ausencia de parques y escenarios deportivos, entre otras mil…) también hay situaciones que retrasan el avance en el camino a convertirnos en una ciudad más desarrollada y con más calidad de vida ( empleo pobre y mal remunerado, poca industria, poca visión de los empresarios, escasa actividad turística y cultural) es bueno caer en cuenta cuál es la raíz de nuestros males.
¿Por qué teniendo una ubicación privilegiada, un clima excepcional, una biodiversidad envidiable, recursos naturales a la carta, tierra productiva y fértil y raíces culturales fuertes y arraigadas, ¿por qué la mayoría de la gente no ama esta ciudad?
¿Por qué somos tan desagradecidos y no queremos mantener la ciudad limpia? ¿por qué vamos a un balneario y dejamos toda la basura esparcida por dónde pasamos? ¿ Por qué no respetamos las zonas verdes y los parques y los llenamos de papeles, empaques vacíos y colillas de cigarrillo?
¿Por qué no recogemos lo que dejan nuestras mascotas, porqué queremos destruir los aparatos que nos instalaron en los gimnasios al aire libre, porqué vemos una pared recién pintada y la convertimos en un horrible grafiti, por qué?
¿Será que nos falta salir al mundo y vivir en ciudades caóticas, estresantes y llenas de angustia para voltear a mirar a nuestra tierra con compasión y un poco de ternura?
¿Será que se nos volvió paisaje el verde de nuestras montañas, el rosa y magenta de nuestros ocobos, los atardeceres con esa brisa deliciosa y la paz que vivimos aquí?
Sin desconocer todo lo que las instituciones, el gobierno, los gremios y todos los “demás” tienen y deben hacer en pro del desarrollo de nuestra ciudad, deberíamos hacer conciencia de que el amor por nuestra tierra parte del corazón de cada uno, el amor parte de lo que Usted y yo damos para hacer más grande esta ciudad, desde algo tan simple como la manera en que saludamos, la forma en que hacemos nuestro trabajo; con pasión y entrega o con desgano y por cumplir un horario, el amor por la ciudad parte de lo que hacemos en nuestros hogares para ser mejores seres humanos, lo que le entregamos a nuestros hijos como herencia; les enseñamos a amar la tierra o les damos más razones para buscar otras geografías.
El amor por la ciudad parte del coraje que tenemos para romper nuestros malos hábitos de siempre, nuestras ganas de hablar mal de Ibagué y de su gente, de decir que aquí no pasa nada.
El amor por la ciudad parte de la valentía que tengamos para romper la indiferencia ante la gente que daña los parques y que ensucia las calles, el amor por la ciudad parte de ofrecer un empleo de calidad y ponerme en los zapatos de quien me lo ofrece para dar todo de mí y ganarme el salario, hacer más para sobresalir y aportar al crecimiento de mi empresa.
El amor por la ciudad parte de cumplir las promesas que le hacemos a un empleado y dar ejemplo, el amor por la ciudad nace en mi pensamiento como empleado, con la premisa de aportar y ser consciente de que me están pagando por agregar valor y no por hacer multitud, de que mi empleador quiere hacer las cosas bien y yo debo retribuirle esa intención con más y mejor trabajo.
El amor por la ciudad parte de ser agradecido, ser visionario y no ser feliz con hacer poco, querer marcar hitos, hacer historia desde mi realidad porque solo así puedo ser merecedor de pequeñas victorias que sumadas harán una gran ciudad lejos del estigma de celio y el pueblo chiquito, la ciudad intermedia y de paso con la que estamos marcados por nuestro pensamiento mediocre y conformista.
Por: Nubia Mary Varón