Los mitos y realidades de ser un buen vividero: primera parte

La calidad de vida es un concepto que empezó a construirse después de la Segunda Guerra Mundial y que ha sido estudiado por diversas disciplinas en los últimos cincuenta años. Desde 1966 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció una definición, y con el paso del tiempo entendimos que se trata de un concepto multifacético y dinámico porque incluye diferentes aspectos de la vida del ser humano y está en constante evolución en tanto se conecta con aspectos socioeconómicos, culturales y psicológicos de la persona.
En palabras simples, cuando hablamos de calidad de vida hablamos de bienestar, de contar con unos mínimos y que nuestras expectativas se traduzcan en realidad. Por ejemplo, hay calidad de vida cuando se cuenta con salud, con políticas públicas e infraestructura para la prevención y atención de enfermedades físicas y psicológicas, con Empresas Promotoras de Salud (EPS) e Instituciones Prestadoras de Servicios (IPS) eficientes, lo que en nuestra ciudad parece más un mito que una realidad dadas las altas tasas de enfermedades y el estado de las clínicas y hospitales.
Hay calidad de vida cuando se cuenta con seguridad física, con entornos seguros que permiten que tanto la integridad física como los bienes materiales de las personas estén seguros, a salvo; cuando las autoridades encargadas de la materia responden de manera efectiva a los llamados de la comunidad, cuando hay un procesamiento judicial eficiente que se traduce en justicia, y en este último punto creo que estamos más cerca del mito que de la realidad. Lo mismo ocurre en el aspecto educativo, hay calidad de vida cuando existe una educación de calidad con cobertura, que permita ampliar los conocimientos de forma individual y colectiva. En un buen vividero no solo hay colegios y universidades, hay bibliotecas, laboratorios, teatros, salas múltiples, espacios para crear conocimiento, para investigar e innovar.
Hay bienestar cuando se cuenta con vivienda digna, propia y con acceso a todos los servicios básicos. En un lugar que se tilde de buen vividero debe existir un sistema de transporte que permita la movilidad, así como infraestructura para diferentes tipos de transporte (aéreo, vehículos motorizados y no motorizados) con cobertura a lo largo de la ciudad.
Por eso hay que debatir cómo está la calidad de vida de los habitantes de Ibagué y la región hoy. Qué tanto influyen los factores sociales, económicos y políticos en la construcción de un buen vividero, así como las repercusiones que estos factores tienen en los ámbitos individuales y en la comunidad. En tanto se acercan las elecciones, es el momento de empezar a pensar con calma la necesidad de entornos sociales, económicos y culturales óptimos, la generación de desarrollo y la creación de las condiciones para que los habitantes puedan alcanzar sus logros personales y familiares.
Si queremos ser en verdad un buen vividero, tenemos que dejar atrás los mitos y empezar a construir nuevas realidades. Hay que poner el foco de atención en los temas que definen el futuro de la ciudad y sus habitantes, hay que ser constantes y no dejarnos llevar por el fragor del momento, y entender que la buena calidad de vida para muchos hoy es un mito que se puede convertir en una realidad.
Por: Alba Lucía García S.
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