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La ciudad intermedia como oportunidad: cómo Ibagué puede aprovechar su momento

Las ciudades intermedias, como la nuestra; se están convirtiendo en piezas claves del desarrollo económico y social.
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Adriana Matallana
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14 Dic 2025 - 10:50 COT por Adriana Matallana

Vivimos días en los que Ibagué y el Tolima reciben turistas y habitantes temporales de grandes ciudades que buscan calidad de vida, tranquilidad y experiencias locales. Eso no es casualidad ni efecto de una moda pasajera: tiene que ver con la transformación de lo urbano, y con la oportunidad que representa ser una ciudad intermedia en un mundo que cada vez valora más estos espacios.

Las ciudades intermedias, como la nuestra; se están convirtiendo en piezas claves del desarrollo económico y social. Organismos como la OCDE destacan que este tipo de ciudades pueden crecer si se aprovecha su equilibrio natural entre calidad de vida y costos competitivos, y si se construyen redes efectivas con otras urbes y mercados. Estas ciudades tienen la capacidad de ofrecer servicios de educación, salud y empleo sin las barreras de congestión, costos de vivienda y saturación que enfrentan las grandes metrópolis.

Ibagué, por ejemplo, aparece en ranking recientes disputando el noveno lugar entre las ciudades colombianas más relevantes después de las grandes capitales. Este posicionamiento (aunque modesto frente a Bogotá, Medellín o Cali) es significativo porque confirma que una ciudad intermedia también puede competir por inversión, talento y proyectos, si se comprende bien su papel y se actúa con estrategias claras.

Ese papel no es secundario ni estático. Las ciudades como la nuestra pueden volverse hubs de oportunidades: lugares donde se combinan emprendimiento local, experiencia cultural, conectividad con grandes mercados y calidad de vida. Los estudios internacionales sobre ciudades emergentes coinciden en que las urbes medianas que invertían en infraestructura, talento y ambiente urbano estaban entre las que más crecían y atraían negocios.

No se trata de imitar a las grandes metrópolis, sino de aprovechar lo que ya tenemos:

•    Una ubicación estratégica en el centro del país, ideal para logística y servicios.
•    Un talento joven y profesional que quiere quedarse y crecer (de esto escribiremos luego)
•    Una vida urbana con menor estrés y costos comparativos atractivos.
•    Cultura, turismo, gastronomía y potencial para industrias creativas. (preocupante la actitud de servicio, pero podemos mejorar con consciencia)
Estas características hacen de Ibagué una ciudad que puede ofrecer mucho más que “servicio local”: puede ser puente entre regiones y mercados más grandes. Esa es una lectura simple pero poderosa.

También hay lecciones externas que resuenan con nuestra realidad. En Europa, ciudades de menor tamaño han visto cómo las inversiones pueden crear empleos y mejorar la calidad de vida, siempre y cuando se den condiciones claras para empresas y proyectos que generen valor local y atraigan talento.

Y en Colombia, aunque las grandes ciudades concentraron históricamente la inversión y las oportunidades, hoy se reconoce que estas ciudades intermedias pueden redistribuir el desarrollo territorial, reducir las brechas y convertir desafíos como la informalidad en modelos productivos más sólidos y equitativos.

Pero para que esto ocurra, la conversación tiene que cambiar. No basta con hablar de potencial, ni con esperar que otros (gobiernos, capitales foráneos, gigantes empresariales) “vengan a salvarnos”. El verdadero cambio empieza por entender que las decisiones cruciales se toman en cada empresa, en cada emprendimiento y en cada apuesta por mejorar la ciudad desde dentro.

No se construye reputación solamente con discursos, sino con proyectos listos para funcionar (de esto también conversaremos luego) empresas que formalizan, emprendedores que escalan, redes que conectan clientes fuera de la ciudad y una mentalidad colectiva de que sí podemos competir, mostrar y atraer negocios sin perder nuestra identidad regional.

A quienes están en la calle todos los días: empresarios, emprendedores, profesionales y ciudadanos que observan, critican, opinan los invito a hacer una lectura distinta:  Ibagué no está “a la sombra” de las grandes urbes; está en un punto estratégico para ser parte de la red de ciudades que crecen con equilibrio entre vida y productividad.

El reto no es sólo atraer inversión, sino mostrar que aquí se puede vivir, trabajar, crear y escalar negocios con dignidad y proyección real. Eso no se logra mirando desde la distancia ni esperando que las decisiones vengan de afuera. Se logra cuando cada quien (en su empresa, en su proyecto, en su comunidad) decide hacer lo que está a su alcance para construir esa ciudad que tanto soñamos.

Y ese, justamente, es el verdadero poder de una ciudad intermedia:
no competir para ser igual a las grandes, sino aprovechar su propia escala, su propia esencia y su propio ritmo para generar oportunidades de crecimiento compartido.

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