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Dos mujeres y un mismo destino: gobernar con alma el Tolima

Hoy el Tolima vive un milagro discreto: por primera vez en su historia, dos mujeres gobiernan el pulso de esta tierra. No llegaron a obedecer, sino a decidir; no vinieron a perpetuar lo inerte, sino a activar lo posible.
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7 Jul 2025 - 18:14 COT por Ecos del Combeima

Hay momentos en que la historia gira sin previo aviso. No lo anuncian los discursos ni lo detonan los escándalos: simplemente sucede. Hoy, el mapa político del Tolima se redibuja de la mano de dos mujeres que han asumido con temple y convicción la tarea de gobernar: Johana Jimena Aranda Rivera, alcaldesa de Ibagué, y Adriana Magaly Matiz, gobernadora del departamento.

Ninguna llegó por azar. Ambas se forjaron paso a paso en un entorno que, aún hoy, demanda de la mujer un doble sacrificio: por lo que aspira y por lo que representa. Han roto techos de cristal con su palabra firme y sus actos concretos, en un momento en que la exigencia ciudadana ya no se conforma con promesas, sino que demanda resultados tangibles.

La alcaldesa Aranda superó con creces las acusaciones de ser continuidad o instrumento ajeno. Con humildad para escuchar y valentía para decidir, demostró que su único compromiso es con los ibaguereños: no quiso ser pieza de ajedrez ajeno ni simple figura decorativa. Hoy, mientras quienes la reclamaban como discípula ven desvanecerse su influencia, ella construye con paciencia la imagen de una líder genuina.

Sin embargo, administrar lo urgente no basta. Ibagué clama por dignidad de un hogar, por barrios vivos, por viviendas que cobijen a las familias de estratos 1 y 2, las más vulnerables al arrendamiento perpetuo. Tapar huecos está bien; llenar vacíos humanos, es imperativo. Aranda lo sabe y ha trazado una ruta hacia esa gran obra social que muchos prometieron y pocos intentaron.

Fuera de la capital, Adriana Magaly Matiz convirtió el liderazgo regional en proyección nacional. La prensa local la retrata con respeto, la radio elogia su gestión y los medios digitales resaltan su voz como la de una gobernante que no solo administra, sino que representa. Bajo su mando, el Tolima ha vuelto a dialogar con el país y el mundo, mostrándose como una tierra de oportunidades, inversión, cultura y crecimiento.

Matiz entendió que el Tolima no es periferia, sino un corazón productivo. Ha impulsado la diplomacia activa y la visión estratégica que fortalece tanto a los pequeños municipios como a los grandes proyectos regionales. En su gestión se conjugan la solidez institucional y la sensibilidad por lo humano: no se conforma con administrar, quiere transformar con los pies en el territorio.

Hoy el Tolima vive un milagro discreto: por primera vez en su historia, dos mujeres gobiernan el pulso de esta tierra. No llegaron a obedecer, sino a decidir; no vinieron a perpetuar lo inerte, sino a activar lo posible. Cuando las mujeres ejercen el poder con carácter, este deja de ser trofeo y se torna herramienta. Y cuando gobiernan con alma, el territorio deja de ser carga y recupera su condición de hogar.

Que nadie se equivoque: aquí no hay improvisación, sino liderazgo con propósito. Gobernar con alma significa tener el corazón como brújula y la ética como firme cimiento. Porque en el Tolima, gobernar también es amar. Y amar, en política, es tener el coraje de hacer lo justo.

Por: Hernando Álvarez Urueña, abogado y exconcejal de Ibagué
 

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