Selección Colombia: ¿Dónde está la patria el corazón y el alma?

Por estos días, hablar de la Selección Colombia es enfrentarse a un espejo incómodo, el reflejo de un equipo sin alma, de una camiseta que parece pesar más que inspirar y de una hinchada cada vez más desconectada de la pasión que alguna vez la definió. El empate del pasado viernes ante Perú último de la tabla, sin aspiraciones ni rumbo, no fue solo un resultado decepcionante, fue el síntoma más doloroso de una enfermedad profunda, una selección que ha perdido el norte, el carácter y quizás, el respeto por su historia.
Es necesario decirlo con claridad, lo que vimos en Barranquilla fue un equipo desdibujado, con un cuerpo técnico ausente de liderazgo, decisiones tácticas que no convencen, y jugadores que parecen más preocupados por contratos publicitarios que por escribir su nombre en la historia del fútbol nacional. Desde la última victoria el 15 de octubre de 2024 frente a un Chile ya eliminado, la Tricolor ha cosechado derrotas injustificables y empates que saben a derrota. Peor aún, lo ha hecho sin coraje, sin entrega, sin sentido colectivo.
Los datos no mienten, una derrota en el último minuto contra Uruguay, otra contra Brasil en tiempo de reposición, una caída inexplicable frente a Ecuador con un rival con diez hombres, y un empate sufrido con Paraguay después de ir ganando 2-0. A todo esto se sumó el deslucido empate ante Perú en casa. ¿Cómo se puede aspirar a clasificar a un Mundial con semejante hoja de ruta? ¿Dónde está el orgullo, el hambre, la mentalidad ganadora que siempre ha caracterizado al equipo?
Mientras en la cancha se muestra un equipo sin ideas, en la tribuna el panorama es igual de desalentador. El Metropolitano, que antaño fue una caldera que intimidaba a los rivales, hoy parece un desfile de selfies, influencers y oportunismo comercial. No hay barra que aliente, no hay grito de guerra. La selección dejó de ser una causa común para convertirse en un evento social. Pero más allá de la crítica fácil, debemos hacernos una pregunta incómoda, ¿qué pasó con el amor por la camiseta? ¿Qué pasa con la exigencia de todos como colombianos?
Este presente gris no es solo culpa de los jugadores o del técnico. La Federación Colombiana de Fútbol también debe hacer un mea culpa. Es momento de una reingeniería profunda, no de maquillaje. Se necesita evaluar si realmente existe un proyecto deportivo serio o si las alineaciones siguen dictadas por "referentes" que viven del pasado. La selección requiere un técnico con carácter, que no se arrodille ante nombres ni trayectorias, que convoque por mérito, no por nostalgia.
Todo esto va más mucho más allá de nombres. Colombia debe recuperar su identidad futbolística. No se trata solo de ganar, sino de competir con dignidad. Como alguna vez dijo Víctor Hugo Aristizábal: “No importa cuánta comida tengas en la nevera, juega como si tu mamá tuviera hambre”. Esa frase encierra todo lo que le falta hoy a la Tricolor: compromiso, urgencia y corazón.
Sin embargo, en medio de esta tormenta, aún hay una luz. El actual formato de eliminatorias permite a seis equipos clasificar directamente y uno más ir al repechaje. Colombia, pese a todo, está sexta. Aún queda la posibilidad de revertir el rumbo. Pero eso solo será posible si se toman decisiones valientes, oxigenar la plantilla, cambiar la actitud, establecer una táctica clara y, sobre todo, recuperar el amor por la camiseta.
El martes enfrentaremos a Argentina, la actual campeona del mundo. Un rival que no perdona debilidades ni improvisaciones. Será un partido difícil, sí, pero también puede ser el punto de quiebre. No se trata solo de competir, sino de hacerlo con gallardía, con honor. Hoy más que nunca, Colombia necesita dejar de lado las excusas y unir al país en torno a un propósito común, jugar por el país, no por el ego.
Este no es un llamado a la crítica destructiva, sino a la esperanza activa. Que los jugadores comprendan que el pueblo colombiano no exige perfección, pero sí entrega, más que el triunfo, importa la gallardía en la batalla. Que entiendan que llevar el escudo nacional al pecho no es una oportunidad comercial, sino una responsabilidad histórica. Que vuelvan a sentir que en cada balón que disputan está la ilusión de millones de colombianos.
El fútbol es cíclico y siempre ofrece revanchas, pero el tiempo se agota. Quedan tres partidos, ante Argentina y Venezuela como visitantes, y Bolivia en casa. Tres oportunidades para demostrar que aún hay algo de orgullo en esta camiseta. Tres oportunidades para dejar atrás la apatía y recuperar el alma. No se trata solo de clasificar al mundial. Se trata de devolverle al país la fe en su selección. La fe en una Colombia que necesita oxígeno en medio de un rumbo incierto para el país
Cuando la camiseta se suda con honor, cuando se lucha hasta el último minuto, cuando se juega con el corazón, el resultado es solo una consecuencia. El momento de actuar es ahora. Y si hay algo que esta tierra ha demostrado siempre, es que cuando se une, cuando se cree, podemos lograr lo imposible. Adelante Colombia.