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Ibagué, una ciudad con sueños de grandeza que necesita agua para crecer

¿Cómo puede crecer una ciudad que quiere atraer inversión si su suministro básico falla por horas o días?
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Alejandro Rozo
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17 Ago 2025 - 7:17 COT por Alejandro Rozo

En Ibagué hablamos con entusiasmo de turismo, eventos y convenciones, vivienda campestre, centro multipropósito, corredores y parques logísticos, agroindustria competitiva, central de abastos, centros comerciales y nuevos proyectos urbanísticos. En sí, estas son las aspiraciones de toda ciudad capital. Queremos crecer hacia la meseta (comuna 9 y corregimiento 14 – Buenos Aires) convirtiendo esa zona en un eslabón principal para el centro del país. Pero hay una verdad incómoda que muchas veces se esconde bajo el tapete y la señalo a manera de interrogación ¿Ibagué tiene garantizada el agua potable necesaria para cumplir con las expectativas de expansión y crecimiento económico?  

Hoy dependemos en gran parte del río Combeima, una fuente vulnerable que cada temporada de lluvias se vuelve turbia y obliga al IBAL a suspender o racionar el servicio. Según datos de la misma empresa, en el 2024 se registraron más de 30 interrupciones por este motivo. ¿Cómo puede crecer una ciudad que quiere atraer inversión si su suministro básico falla por horas o días?

El Acueducto Complementario, que debía ser la gran solución, avanza lento. Se han invertido más de 250 mil millones de pesos en varias fases, pero todavía no entra en operación plena. La planta de Boquerón y las líneas de conducción que deberían garantizar agua estable a la meseta siguen siendo una promesa a medio cumplir. Mientras tanto, constructores y nuevos barrios presionan por licencias, sin que exista una “disponibilidad inmediata” de agua, como exige la ley.

La pregunta es directa: ¿Podemos darnos el lujo de crecer sin agua? La respuesta es NO. Pero tampoco podemos caer en la resignación ya que la ciudad necesita avanzar en dos frentes. Por un lado, terminar de una vez el Acueducto Complementario, cerrar los anillos de distribución y construir tanques de regulación que den autonomía y continuidad. Por el otro, aplicar reglas claras y firmes a todo nuevo proyecto urbanístico o industrial. Si no hay disponibilidad de agua, el constructor debe garantizar su propio sistema de tratamiento y almacenamiento, cumpliendo la normatividad y sin dejarle la carga al IBAL.

No todas son malas noticias. El sector logístico, que Ibagué busca impulsar en la meseta, consume relativamente poca agua, comparado este sector con la industria pesada. Además, la tecnología hoy permite soluciones inteligentes, redes duales de agua potable y no potable, sistemas de captación de aguas lluvias en cubiertas de bodegas, reúso de aguas grises en hoteles y centros comerciales. Si estas exigencias se convierten en norma, podríamos ahorrar hasta un 15% del consumo de agua potable en los nuevos desarrollos.

La ciudadanía debe entender que el agua no es infinita. Las pérdidas en la red del IBAL superan el 40%, lo que significa que casi la mitad del agua que entra al sistema se pierde antes de llegar al usuario. Reducir esas fugas sería como construir una nueva fuente de abastecimiento, pero mucho más barata. Además, es hora de abrir el debate sobre el acuífero de Ibagué, una reserva subterránea que podría jugar un papel clave, siempre y cuando se maneje con estudios serios, recarga controlada y protección de zonas de infiltración. Este acuífero debe ser utilizado de manera inteligente y sostenible para garantizar el desarrollo económico de la subregión centro, la gran “Ibagué Ciudad Región”, principal nodo de desarrollo del Tolima.

Este no debe ser un debate técnico que le incumba solo a ingenieros, planeadores o políticos. Es una conversación de ciudad. Sin agua, no habrá turismo sostenible, ni agroindustria rentable, ni parques logísticos competitivos. La modernidad no se mide por la cantidad de torres que se construyen, sino por la capacidad de garantizar servicios básicos de calidad para todos.

El ciudadano debe exigir soluciones, no excusas. No podemos seguir celebrando inauguraciones a medias mientras el grifo de la cocina se queda seco. Tampoco podemos aceptar que el crecimiento urbano se convierta en un negocio privado a costa de un recurso público esencial. De acuerdo con el estudio de la Corporación CISER presentado por Luis Alberto Vargas Ballén “La ética, la técnica y la ley coinciden en lo mismo, ningún metro cuadrado nuevo debería urbanizarse si no tiene garantizado su suministro de agua potable”.

Ibagué necesita mirar de frente su realidad hídrica. El agua no es un obstáculo para el desarrollo, pero sí es el límite que nos recuerda que una ciudad solo crece de verdad cuando lo hace con sostenibilidad y responsabilidad. “O planificamos con agua, o nuestros sueños de grandeza se evaporarán como la ilusión de un vaso vacío”.