Conoce el jardín secreto del sur de Ibagué: La Reserva Natural Orquídeas del Tolima
Llegar a la Reserva Natural Orquídeas del Tolima es como atravesar un portal inesperado.
Desde afuera, nadie imaginaría que detrás de una puerta modesta, en el barrio Darío Echandía, se extiende uno de los espacios de biodiversidad más valiosos del departamento.
“Dicen que es como un paraíso escondido… se abre la puerta y entramos a otro mundo”, aseguró Diba Andrade, guía profesional de la reserva.
La historia de este lugar empieza hace 35 años atrás, cuando el área estaba conformada por tres fincas cafeteras.
Con el tiempo, y bajo la visión del director, Germán Molina Triana, el café arábigo fue reemplazado por un sueño mayor, convertir el espacio en un refugio natural.
“Se cambió café por vida. Por orquídeas, por heliconias, por hongos, por bromelias, por especies únicas del Tolima”, afirmó Andrade.
Hoy, la reserva es reconocida oficialmente como un museo natural vivo, haciendo parte de la red de naturaleza RedNatur y de las Reservas Naturales de la Sociedad Civil.
Comparte categoría con espacios emblemáticos como el Jardín Botánico San Jorge, el Museo de Arte del Tolima o el Museo Panóptico.
Para Diba, este reconocimiento tiene un significado profundo: “Aquí no solo se cuidan especies, aquí se cuida historia. Por eso somos museo natural. Porque Mutis, Humboldt y el sabio Caldas estuvieron aquí, y aquí mismo encontraron especies únicas”.
Entre esas especies destaca la célebre Góngora, una orquídea descubierta precisamente en territorio tolimense durante la Real Expedición Botánica.
No es casual que este espacio también sea punto clave para el proyecto Microruta Mutis, un recorrido histórico y científico que la reserva trabaja junto a la Universidad del Tolima.
“A solo 30 pasos de acá está la microruta. Es hermoso ver cómo los estudiantes están recuperando ese camino histórico”, contó la guía con orgullo.
Pero además de ciencia y biodiversidad, la reserva es un espacio para la comunidad.
Niños de la zona participan en el club ecológico Momotus, donde aprenden sobre aves, plantas y conservación.
“Desde el más pequeño hasta el más grande sabe que este lugar es parte de ellos. La comunidad llegó aquí y se quedó, porque la reserva también enseña a reconocer lo que somos”, dijo Andrade.
El sur de Ibagué, muchas veces invisibilizado, guarda en este rincón una riqueza que sorprende incluso a visitantes extranjeros.
“Ha venido gente de todo el mundo. Pero a veces faltamos nosotros mismos”, reflexionó Diba.
Y es cierto, basta una visita para entender por qué tantos regresan. Senderos, sonidos, aromas, especies luminosas como arañas que brillan en la oscuridad, hongos medicinales, mariposas y un ambiente de calma profunda hacen que la reserva sea un regalo inesperado dentro de la ciudad.
“Los invitamos a que vengan, a que se enamoren de la naturaleza, pero también de nosotros mismos, porque eso es lo que hace la reserva, reconectarnos”, finalizó la guía.