Comportamiento público, dolor de cabeza de los candidatos

La actual carrera a la Presidencia de la República ha dejado diversas enseñanzas sobre los aciertos y desaciertos de los políticos que han estado en función de lo público. Situaciones como una mala actitud, una mentira y una contradicción, son decisivas en el futuro de todo aquel que aspire escalar en el escenario público.
Los colombianos fuimos testigos de cómo el “coscorrón” de Germán Vargas Lleras a uno de sus hombres de seguridad, le pasó factura con un altísimo costo, sin importar que se tratara de uno de los presidenciables con mayor posibilidades del momento.
Para Gustavo Petro, su mayor apuesta progresista se ha convertido en su mayor debilidad. Una enfática promesa de cambio de dirección del país, es criticada por muchos porque está rodeado de varias personas investigadas y cuestionadas que no solo acompañan al candidato, sino que también ocupan destacadas funciones al interior de su campaña, tal como lo hicieron en gobiernos anteriores donde fueron beneficiarios de burocracia. A esto se suma su alta carga de prepotencia y carencia de lo ejecutivo cuando gobernó Bogotá. Gran parte de su gabinete, conformado por distinguidos expertos, no lo aguantó y renunció. Ahí surgieron enormes problemas de gerencia que se vieron materializados en promesas no cumplidas y que superan la idea de que la oposición no lo dejó gobernar.
Rodolfo Hernández, para algunos el “outsider” de la política colombiana, tiene tan cerca la Presidencia por su audacia a la hora de conectar mensajes sencillos y, a la vez, tan lejos por la oportunidad que tienen sus opositores de capitalizar sus salidas en falso para hacerlo ver cómo alguien en quien no se debe confiar. Sus hostiles enfrentamientos en la actual contienda, pero sobre todo los videos
y las polémicas intervenciones de cuando fue Alcalde de Bucaramanga, son realmente sus principales enemigos.
Los ciudadanos están evaluando cada vez más la autenticidad, la personalidad y sobre todo la coherencia de quienes están o aspiran llegar a ocupar un lugar en el estado. Y aunque no son artistas, se deben a las personas. De su capacidad de construir una marca personal empática con sus aspiraciones en lo público, dependerá si más adelante ésta se convierte en su principal as bajo la manga, o por el contrario, su gran dolor de cabeza.