¿Cuál es el mejor candidato presidencial?

No está a la vista. Luego de escuchar los primeros debates presidenciales realizados por algunos medios de comunicación, queda el “sin sabor” de que ésta será una contienda mas de agravios y oportunismos.
Preocupa que no existen propuestas técnicas serias sobre el futuro económico del país, y tampoco, sobre las problemáticas puntuales de las regiones.
Colombia necesita una propuesta clara e integral para mejorar su posición a nivel económico, social y tecnológico en Latinoamérica. El discurso populista - en cuanto a cerrar la economía - es tan nocivo como los Tratados de Libre Comercio mal acordados por Colombia. No es más que una propuesta inviable de un modelo que hoy tiene fuertemente golpeadas a algunas economías como las de Argentina.
Las estrategias se han centrado en tácticas tradicionales de tono, tema bandera y corriente política. Sin embargo, está demostrado que hablar fuerte, poco o nada le sirve al país. Aunque es evidente la demagogia para abordar la corrupción, no hay una idea clara de cómo evitar la pérdida anual de recursos públicos. Y por más radicales que sean sus posturas de izquierda o derecha, lo único que queda claro es que si un candidato de los extremos se convierte en Presidente, la pobreza, la violencia y la economía se agudizarán en todo el territorio.
El país se compone como estado, como economía y como sociedad de las regiones, pero las generalidades y agravios opacan sus necesidades. No hay contundencia a la fecha de propuestas concretas para combatir: la pobreza extrema en el Chocó, los problemas de agua potable en la Guajira, el foco de narcotráfico en el Putumayo, el desempleo en las cinco ciudades con más personas desocupadas y algunas crisis hospitalarias.
Si Colombia ha crecido en algo es en su capacidad crítica. Por lo tanto, las ideas poéticas de los extremos ya no emocionan como antes y los discursos autoritarios de éstos, nos hacen creer que podríamos estar frente a gobernantes que ante futuros problemas nos mandarán a trabajar más o vender el carro “sumercé”.