Renunciar a la mediocridad: El precio de perseguir los sueños

Amar un sueño es ser leal a él y nunca renunciar a su construcción, florecimiento y cristalización plena.
Quien ama de verdad un sueño y se compromete con su realización deja el alma y la piel con tal de conseguirlo.
¿Quién no ha tenido un sueño? Se necesita estar muerto para no soñar o en su defecto solo existir, respirar y sobrevivir para no anidar en la mente deseos de realización, mejora, avance y abundancia.
En el camino a perseguir un sueño se encontrarán grandes obstáculos. Sobre todo porque la tentación de los caminos fáciles y que no suponen esfuerzo se presentarán a la orden del día, disfrazados de resignación, con máscaras de victimismo y ganas de verte fracasado.
“La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa: la del Hombre superior es la imaginación creadora”
José Ingenieros
La mediocridad es la madre de la queja, el alma gemela de la pereza, la mejor amiga del estancamiento. El mediocre se conforma con el mínimo esfuerzo o la falta absoluta de éste, ve a todos como los villanos, culpables de sus desgracias y su mala suerte (creada auténticamente por El).
El mediocre acusa a quienes sobresalen de contar con buena suerte, azar o cunas de oro, nunca reconoce los esfuerzos ajenos y se enfoca en desmeritar los sacrificios y el trabajo que hay detrás de las medallas.
Para los mediocres el estancamiento y la escasez son parte de su normalidad. Son aquellos tipos de personas que desangran las Empresas, que no aportan ni dejan fluir a los demás, que nunca hacen equipo porque su egocentrismo no los deja ver más allá de su nariz, que ponen palos en las ruedas y los que no valoran lo admirable, los que critican a quien les ayuda, los que traicionan por sistema, los que sufren la enfermedad de la envidia y son multiplicadores de los chismes, los mediocres se gozan en destruir reputaciones y se conforman con señalar los errores de otros ignorando los propios. Tienen miedo a reconocerse, tienen miedo a mirarse a los ojos. Les asusta lo que ven, por eso prefieren señalar a otros.
Pero, ¿por qué es tan difícil alejarse de la mediocridad y levantar con fuerza la bandera del esfuerzo y el trabajo por ser mejor? Es simple. Trabajar por un sueño, amarlo y honrarlo exige calidades humanas excepcionales (perseverancia, honestidad, alegría, inquebrantable fe y potente terquedad), pero sobre todo, exige humildad para reconocer que somos eternamente susceptibles de mejora.
Para perseguir un sueño se necesita fuerza, resiliencia, tolerancia a la frustración y gran determinación para hacer frente a la dificultad desde la responsabilidad y el compromiso de ser mejor, hacer más y obtener lo que se sueña.
Aquí 4 claves para renunciar a la mediocridad:
1. Defienda sus ideales
Deje de querer pertenecer a la media, a la mayoría, al montón. Piense que puede convertirse en apoyo para algo o para alguien. Valórese. Ponga a funcionar sus neuronas, despierte su capacidad de creer, de crear y de transformar.
Piense que sus aportes son valiosos y decida apostar por Usted. Deje de seguir la corriente desde la posición más cómoda. Atrévase a desacomodarse.
2. Enfoque su pensamiento en Proyectos
Es productivo pensar en ser útil y servir y no concentrarse en deseos pasajeros que le traerán satisfacciones inmediatas y efímeras. Por ejemplo, piense en desarrollar proyectos en el mediano y largo plazo y no en comprar YA la pantalla más grande aún sin tener con qué pagarla. Si su energía estuviera puesta en crear fuentes de ingresos y no fuentes de endeudamiento fortuito y banal, podría tener un futuro mejor, lejos de la comodidad de lo que prefiere la manada.
3. Haga el filtro mental de lo que ve, escucha y recibe.
No trague entero ni esconda su verdadero pensamiento por encajar en el montón y evitar salir de la rutina. Sea crítico y evalúe desde su intelecto, sus recursos, sus aprendizajes y sus experiencias lo que quieren hacerle ver como verdad inamovible. Ser crítico le ayudará a construir su criterio. La capacidad humana para razonar es infinita. Sólo hay que despertarla.
4. Reaccione.
Revise el tiempo que lleva en esta tierra y lo que ha hecho con él. La mediocridad lleva a la incapacidad de reaccionar. Despréndase de ella, aniquílela para siempre. ¿Quisiera vivir el resto de lo que le queda en las mismas condiciones? Abísmese a pensar y a sentir que todos tenemos los días contados. ¿Realmente vale la pena vivir sin pasión, sin propósito y sin significado?
Lo invito a reflexionar hoy sobre lo que será su mañana ¿Merece ser recordado como un mediocre o en realidad quiere despertar y pagar el precio de perseguir sus sueños?