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  |   21.Septiembre.2020   |   Por:  
Ecos del Combeima

¡Sí se puede!

Ricardo Ferro 
Crédito: 
Ecos del Combeim
Velotax
Para empezar con la parte positiva de esta historia, quiero resaltar el golazo que metió el Gobierno del Presidente Duque con su jugador 10, Juan Esteban Gil, Director del INVIAS. Por: Ricardo Ferro.

La semana pasada se nos aguó la fiesta del Túnel de la Línea con una noticia que aterriza como un baldado de agua fría para los tolimenses. De nuevo, encabezamos listas, pero de las que uno no quiere aparecer. Después de esperar el túnel más grande de Latinoamérica, que el gobierno anterior casi nos deja como el mamut blanco más grande de Latinoamérica, aparecemos como el primer departamento con más obras inconclusas del país. Ah, e Ibagué, como la primera ciudad. Un doblete de pesadilla.

Para empezar con la parte positiva de esta historia, quiero resaltar el golazo que metió el Gobierno del Presidente Duque con su jugador 10, Juan Esteban Gil, Director del INVIAS. Gracias a la ajustada de guayos de ese equipo que hizo Duque como director técnico con la capitana, la Ministra Orozco, solo en 2 años se construyó el 45% de la obra, de la cual se demoraron 11 años de tiempo extra haciendo el 55%. Hoy, es Colombia entera la que alza el trofeo de la victoria, gracias a un Presidente que se puso la camiseta muy bien puesta.

Gracias a esta obra ahora seremos más competitivos porque se reduce el tramo de vía en 21 kilómetros y acelera la velocidad promedio del cruce de la Cordillera Central un 230%, lo que significa que un vehículo de carga tardará 80 minutos menos y uno liviano, 40 minutos, así, consumiendo menos combustible. Quienes transiten por esta vía pasarán de andar a 18 kilómetros por hora a andar a 60. Generaremos 77 millones de dólares de ganancias comerciales y turísticas, y reduciremos los accidentes en un 75%, en un tramo donde ocurren unos 200 al año aproximadamente, generando cierres que suman 850 horas anualmente.

Pero esta obra, como dije al principio, casi queda como el mamut blanco más grande de Latinoamérica, y tristemente, muchas obras en este país van por esa suerte. Este año sancionamos la Ley 2020 de 2020, que crea el Registro Nacional de Obras Inconclusas, y que por medio de la cual, además de lo obvio, busca controlar que estas no queden pastando por ahí sino darle facultad a alcaldes y gobernadores para apropiar recursos en sus planes de desarrollo con el fin de terminarlas, o si esto es imposible por el tiempo que llevan sin terminar y mantener, sean demolidas luego de una rigurosa evaluación.

Pero también esta ley le otorga a la Contraloría la función de hacer seguimiento, vigilancia y control fiscal a estas obras, que con su primer informe, demostró que no contentos con que las obras se demoran eternidades por la corrupción y los sobrecostos de los contratistas  (como el Túnel de la Línea), el país tiene 1.400 elefantes blancos que, mal contados los recursos, superan 25 billones de pesos. Calculen, lo de dos reformas tributarias.

En el Tolima tenemos el penoso número de 96, que representan 18 mil millones de pesos (qué número tan escandaloso) y de esos 96, solo en Ibagué hay 39. En Ataco, un municipio de unos 22.000 habitantes, hay 14 obras sin terminar.

Lo más doloroso del asunto es que estas obras son colegios, hogares, acueductos y centros de salud. Osea que, lo que más necesita la gente para poder salir del atraso, se queda pastando por ahí.

Cuando nos ponemos a cazar esos paquidermos en nuestro departamento, la casuística nos da varias cachetadas. El más doloroso de todos, el Megadistrito de Riego del Triángulo del Sur del Tolima, donde se iban a beneficiar unos 20.000 campesinos de Coyaima, Natagaima y Saldaña, hoy en día tiene a estos mismos rogando por utilizar el agua que necesitan para sus cultivos, que en muchos casos deben captar de manera ilegal. Medio billón de pesos que lleva parado más de 15 años, afectando a los que nos proveen de alimentos diariamente.

El acueducto complementario de Ibagué es otra historia. En 2019 cumplimos 25 años de esperarlo, y la obra no se sabe cuándo estará. Los alcaldes vienen e insisten que lo van a terminar, y así llevamos un cuarto de siglo. En San Luis, 51 casas fiscales de la Policía se esconden entre la maleza cuando tuvieron que estar listas hace cuatro años y hoy están en el abandono. El aeropuerto Perales ejecutó obras de ampliación de una infraestructura que tuvo hallazgos fiscales de 6 mil millones de pesos, y que no está siendo utilizada. Otro muy doloroso es la experiencia de los escenarios deportivos para los Juegos Nacionales del 2015. Un tema que he tocado varias veces y que nos dejó cementerios deportivos de los cuales hemos sacado adelante con mucho trabajo varios de ellos, pero otros siguen ahí, esperando que abran licitaciones. Y finalmente, el Panóptico de Ibagué, obra para la cual tuve que presentar un proyecto de ley para adjudicar recursos para su terminación, y que hoy, después de 20 años, teniendo que atravesar 4 debates y mucho esfuerzo para lograr esa plata, no se ha empezado a terminar.

No en vano dijo el Contralor General que las obras del Tolima eran grandes mamuts de la corrupción. Llevan pastando muchos años nuestros recursos ahí enterrados. Por eso en esta columna quiero respaldar y repetir el llamado de este gobierno a: “concluir, concluir, concluir”. Para esto, los alcaldes y gobernadores podrán aprovechar de la recién salida del horno reforma al sistema de regalías, que les permitirá tomar de esos recursos para terminar esas obras que se han convertido en un dolor de cabeza eterno para todos los colombianos.

Entonces, y termino diciendo, señores mandatarios, no hay excusas para no concluir, concluir, concluir.