Ibagué, accidentada ante la mirada esquiva de la Secretaría de Movilidad

No solo el gremio de periodistas en Ibagué está de luto: lo está la ciudad entera que conoció a Dayanna Guayabo (Q. E. P. D.) a través de su trabajo, caracterizado por el compromiso y un alto sentido humano, reflejado en cada historia y nota escrita. El acompañamiento masivo que tuvo ayer Dayanna en su sepelio, así como durante la semana mientras se aferraba a la vida en una clínica, refleja los más nobles sentimientos que logró despertar en la comunidad en general.
Hoy, aunque intentar encontrarle lógica a la muerte —y especialmente a las causas que acompañaron el siniestro en que la joven periodista desafortunadamente perdió la vida— resulta inoportuno y les competerá a las autoridades, sí es necesario hacer un llamado frente al alto índice de accidentalidad que presenta la ciudad por diferentes factores, y que, a la fecha, ha cobrado la vida de más de 40 personas en este 2025.
El primero de ellos es la falta de claridad en las estrategias que debería estar implementando la Secretaría de Movilidad, en cabeza de Ricardo Rodríguez, quien ha brillado por su ausencia ante los problemas neurálgicos de Ibagué. Basta con salir a cualquiera de las pocas avenidas de la ciudad para encontrar carros parqueados en los andenes, personas violando las señales de tránsito, los semáforos y, especialmente, los límites de velocidad, que lamentablemente terminan cobrando vidas.
Lo segundo es la falta de autoridad que hay en todo sentido, especialmente en el tema de movilidad y en su cuerpo de agentes. A pesar de que este es un problema recurrente en todo el país, en Ibagué se ha acrecentado porque quien está a cargo de ese equipo —y quien debería tener un liderazgo asertivo y no impuesto a “regaño limpio”— tiene serias denuncias de acoso laboral que le imposibilitan ejercer su rol acorde con las necesidades de la ciudadanía. Pese a los videos presentados, incluso en medios nacionales, así como a las denuncias en la Oficina de Control Interno de la administración municipal y en la Procuraduría, el subcomandante Reina sigue reinando en su cargo, e incluso da entrevistas a medios de comunicación para justificar su proceder, a todas luces lejos del comportamiento que debería tener un funcionario público.
Para nadie es un secreto que a Ibagué no le cabe una moto más, y pareciera que los carros ya están llegando a su límite. El detonante es que en las calles de la ciudad impera la ley del que más pita, el que más rápido anda o el que mejor cierra al otro, como en una pista de carreras. “Ira de carretera” le llaman jocosamente en un viejo capítulo de Los Simpson a ese problema, y he ahí la responsabilidad de la ciudadanía.
La administración municipal debe generar campañas de seguridad vial, hacer cumplir la ley y estar 24/7 realizando operativos de control, levantando carros mal parqueados —no por ratos ni para la foto, sino de forma permanente—; pero la ciudadanía también debe poner de su parte. Cuando uno se sube a conducir un vehículo debe ser consciente de que su vida está en juego, pero también la de los demás: otros conductores, peatones, animales, etc. Y pareciera que aquello se les olvida a la mayoría de quienes conducen en Ibagué.
Lamento mucho que Dayanna, quien estaba a punto de graduarse como profesional en la UT, haya muerto así, y que tristemente se convierta en una cifra más, sin que desde el mismo Estado —en este caso representado por el gobierno municipal— se tomen cartas urgentes sobre este problema.
Secretario Ricardo Rodríguez, ¿cuántas muertes más por accidentes de tránsito en Ibagué vamos a tener que ver sin que conozcamos una estrategia clara para contrarrestarlas?