Sin entender que sigue siendo un gravamen municipal y que la potestad de regular sus tasas, está, y sigue estando en los concejos municipales, y que, de amenaza, podría convertirse en una gran oportunidad para aquellas ciudades que logren certeramente manejarlo.
Jolgorio y mucha diversión a pesar que la inflación acumulada del 8,3% sigue atormentando el poder adquisitivo de los colombianos, y que aún el Banco de la República no logra bajar la tasa de interés, cuando son muchos los argumentos macroeconómicos y requerimientos hechos a la banca central para que actúe ante una contracción económica trimestral del -0,3%, y que, de continuar, nos conduciría a una amenazante recesión económica.
Alegría colectiva, así la Corte Constitucional haya peluqueado la reforma tributaria, tumbando la prohibición de deducir las regalías petroleras, y que la misma ejecución presupuestal se vea ya como un hecho tardío, y muy a pesar también, que continúe la incertidumbre de la salud y sus reformas, o se vea venir para Colombia el fenómeno del niño y se alerte al mundo de una ebullición global.
Nada supera ni ha logrado opacar, la gracia y emoción colectiva de haberle ganado al mejor equipo del planeta en una eliminatoria mundialista; nada, así sean determinaciones positivas como la de invertir cerca de 23 billones de pesos en infraestructura vial y vivienda de interés social para ayudar a reactivar la economía, o el inicio de la entrega de ayudas a las poblaciones mas vulnerables. Y es que no en solamente haberlo derrotado con buen futbol y haberle metido dos golazos, son también las circunstancias que rodearon ese arrebatamiento futbolístico al país donde futbol es sagrado, y la selección que nunca ha faltado en un mundial. Es haber vencido la selección brasileña camino al mundial de futbol, donde queremos una revancha y nueva oportunidad, como fuente permanente de buenos deportistas, jugadores de futbol, profesionales y muchas cosas buenas.
Tampoco importó que el viejo Mane, padre de Lucho Díaz estuviera jodido de un pie o propenso a un emotivo paro cardiaco, después de un tortuoso secuestro y previo a tan inminente batalla futbolera, donde el protagonista sin duda sería su apreciado y talentoso hijo. Nada se podía contra el suspenso que rodeaba ese encuentro en la arenosa, ni opacar semejante avalancha de alegría producida en el minuto 75 y repotenciada con otro cabezazo, faltando tan solo 10 minutos para el pitazo final.
Todo lo anterior significó, que como en este partido, nuestro país no se descompone fácilmente a pesar de las circunstancias, que sabe esperar, que mantiene las esperanzas y sabe que vendrán tiempos mejores, que todo tiene un propósito, y que tenemos talento suficiente para avanzar y salir adelante.
Somos un país donde sabemos superar la adversidad, y tenemos claro lo que tenemos y de que estamos hechos, que somos una sola nación y jugamos con la misma camiseta; aquella que debemos conservar y sudar cada vez que sea necesario.