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  |   10.Octubre.2022   |   Por:  
Alejandro Rozo

Cuando el Tío Sam estornuda a Colombia le da pulmonía

Alejandro Rozo
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Suministrada
Velotax
Lo que parecieran circunstancias ajenas o lejanas para nosotros, tienen un efecto dominó sobre nuestra economía.

La relación comercial entre Colombia y los Estados Unidos que por décadas se ha mantenido y que convierte al país del Tío Sam como el principal socio comercial destino esencial de las exportaciones, tiene sin lugar a duda muchos efectos positivos. Sin embargo, esa dependencia comercial tiene unas aristas no tan benéficas para nuestra economía a saber: el país del norte afronta su principal inflación en los últimos 40 años solo vista antes del Gobierno de Reagan, esencialmente estimulada por el elevado precio de los combustibles, la crisis de los contenedores y los coletazos del conflicto Rusia - Ucrania. 

Lo que parecieran circunstancias ajenas o lejanas para nosotros, tienen un efecto dominó sobre nuestra economía. Cuando la FED (Sistema de la Reserva Federal o Banco Central de los Estados Unidos) toma la decisión de aumentar las tasas de interés, la Junta Directiva del Banco de la República hace lo mismo en Colombia para intentar estabilizar la inflación. Con esto se elevan las tasas de interés de los países deudores como el nuestro acrecentando con ello el déficit fiscal, sin contar con el efecto adicional de la disparada en la Tasa de Cambio (TRM) como factor multiplicador, que hace aún más mella en nuestras finanzas totalmente vulnerables a estos cambios en la economía del país de las estrellas.

De manera complementaria, es realmente preocupante otro coletazo más alarmante vale decir, la fuga de capitales que, al ver mejoras en las tasas de interés estadounidenses, prefieren desviar sus recursos hacia allá puesto que las condiciones de seguridad en ese país y la menor volatilidad, los convierte en un paraíso de seguridad financiera para los inversionistas. Sobre todo, los capitales golondrina, afligen notablemente el potencial capital inversor en Colombia, más aún cuando con la eventual e imparable aprobación de la reforma tributaria se alejan sobre manera muchas intenciones de inversión internacional en el país. 

Así mismo, frente a las claras muestras de recesión en los Estados unidos, es muy probable que el país aplique políticas proteccionistas lo que podría contraer o disminuir ostensiblemente el ritmo y tamaño de las importaciones de productos provenientes de Colombia que se han logrado posicionar. Este sería un golpe rotundo para el país del sagrado corazón, ya que nuestro principal socio disminuiría la compra de nuestras frutas, flores, hortalizas, aromáticas, café, petróleo y productos manufacturados. Amanecerá y veremos.

Sumado a esto, materias primas, productos terminados o servicios que debe comprar o importar Colombia, están condicionados a las disparadas en el precio del dólar, encareciéndolo todo, pero afectando especialmente al consumidor final (clase baja, media y alta). De hecho, ese impacto ya hace meses lo estamos sintiendo y es uno de los estimulantes de la gran inflación nacional.

En conclusión, la cosa no está nada fácil: una creciente inflación sumada a un dólar que no para de subir y una reforma tributaria que ya está al otro lado, generan en conjunto una coyuntura de total incertidumbre. De no ser manejada con guantes de seda esta situación por parte del gobierno central, Ministerio de Hacienda y la Junta Directiva del Banco de la República, se puede salir de control una economía que, a pesar de todo, ha venido mostrando un crecimiento positivo en los últimos años. Si no se toman los correctivos y medidas urgentes, corremos el riesgo de entrar en un proceso de estanflación que se caracteriza por un estancamiento económico, alza permanente de precios, aumento del desempleo y disminución de la inversión.

Seguimos siendo dependientes de los Estados Unidos, queramos o no; con lo anterior se demuestra que cuando el Tío Sam estornuda a Colombia le da una pulmonía severa.