
No podía dejar pasar la historia de horror que conmocionó al país esta semana. A las 3:55 de la mañana, la mamá de Gabriel Esteban recibió el siguiente mensaje: “No sufrió. Ahora sí puedes disfrutar sola sin ‘trisitico’ y sin mí. Felicidades. Usted escogió al campesino. Hasta nunca”; de esta forma se enteró que Gabriel Enrique González, de 50 años, su expareja y padre de su hijo, habría asesinado al niño en una habitación del hotel Del Rey en Melgar. Lo asfixió hasta que acabó con su vida, tenía 5 años.
Según datos de la Fiscalía, en lo que va corrido del año se han denunciado 5.192 hechos de violencia contra menores en el territorio nacional y se ha avanzado en el esclarecimiento de 228 asesinatos de niños, niños y adolescentes, es decir 53% de los casos conocidos. ¡Una cifra escandalosa!
Lo que a diario sucede con nuestros niños, niñas y jóvenes nos tiene que llevar a hacer una necesaria reflexión del por qué suceden estas cosas en Colombia y sobretodo, como hacemos para evitarlas, ya que estamos ante un grave problema que evidencia una falla en todos los niveles de nuestra sociedad. Por un lado, está la salud mental de las personas que los hace cometer está clase de hechos; alguien en condiciones normales no lo haría y tendría la capacidad de analizar las consecuencias de sus actos.
Por el otro, está la pasividad de las instituciones del Estado en tomar acciones rápidas, preventivas y efectivas para proteger los derechos de nuestros niños, pues en el caso de Gabriel Esteban, la mamá había advertido a la Comisaria de Familia y al ICBF, del riesgo al que se enfrentaban por cuenta de las constantes amenazas y maltratos recibidos por quien resultó ser el asesino del niño.
Por último, y quizás lo mas importante, la crisis del núcleo esencial de cualquier sociedad, la familia. Ya se convirtió en algo habitual, que los niños crezcan sin la atención o el cuidado de alguno de sus padres, creando en ellos serias carencias afectivas y emocionales que resultan estallando con el tiempo. Además, los que somos padres, fallamos por exceso de confianza y la falta de cuidado, toda vez que, en la gran mayoría de los casos, los abusadores, maltratadores y victimarios en general, terminan estando cerca del circulo social de los niños y todo sale a flote hasta cuando ya todo está hecho.
No se si seré el único, pero esta clase de casos genera impotencia y de cierta medida rabia, porque siempre son los niños, los mas indefensos, quienes terminan cargando con los errores y las malas decisiones de los adultos. ¡No mas Gabrieles en Colombia!