
Conviene preguntarse qué hacer para no caer en la sintonía del ataque, la agresión y el miedo. Lo que hemos tenido que vivir en los últimos meses, no ha sido nada bueno y pareciera que por ahora no hay luz al final del túnel. Continuamos viendo con impotencia la invasión rusa a Ucrania que a su paso no solamente deja muertes y destrucción, sino miles de historias de familias rotas que han tenido que buscar refugio mientras acaban con sus hogares y su país. Ver la cara de desolación de los ancianos que se niegan a dejar su vida tal y como la conocían mientras la inclemencia rusa acaba hasta con sus memorias, no debería ser un hecho ajeno a nosotros.
Estamos viendo con impotencia cómo pueden acabar con gran parte del planeta si el ego supera la cordura. Todas las guerras han tenido intereses económicos de base y esta, naturalmente no es la excepción; tenemos un aliado de Rusia como vecino y, ¿podrán si acaso imaginarse qué podría pasar en estas latitudes donde un personaje como Maduro quiera guerra siendo amigo de Putin? Venezuela presuntamente se convirtió en el refugio de los delincuentes colombianos y en el facilitador del negocio del narcotráfico. Mientras su gente camina por Latinoamérica en búsqueda de condiciones dignas de vida, aquí nos estamos enfrentando a un escenario de provocación y miedo.
No hemos dimensionado lo que podría pasarnos si seguimos comprando invitaciones a caer en la bajeza de denigrar al que no se encuentra en nuestra orilla; el debate ahora no es entorno a ideas que generen desarrollo sino a responder y contra atacar los argumentos que sugieren que vivimos en una dictadura, que somos una sociedad racista o clasista. Sin duda somos una sociedad en donde la corrupción ha permeado algunas instituciones, lo cual no es de ahora sino ha estado presente siempre, el mismo sistema facilita que se sigan presentando tales hechos a pesar de los esfuerzos legislativos por cerrar las brechas la generan. Aquí el asunto no debería enfocarse en señalar quién es y quién no lo es, mas bien debería enfocarse en diseñar mecanismos para que se garantice un adecuado uso de los dineros públicos.
Deberíamos estar aportando y construyendo una visión compartida de lo que queremos que cambie en nuestro país y hallar la forma de potencializar y difundir lo bueno que se hace. Llevamos más de dos años viendo cómo descalifican la gestión del gobierno, desconociendo los aportes y buenas obras y difundiendo lo malo con una alta dosis de exageración y de mentiras. Es natural que se tomen decisiones erradas y que las mismas se corrijan, eso pasa en todas las esferas de la sociedad y en todos los ámbitos; lo que no puede ser natural y lo que no debemos permitir es que se siga normalizando el discurso de odio y de polarización. Aquí no nos demoramos 90 años en recibir el esquema completo de vacunación, como tampoco somos un país sin derechos ni libertades.
Es realmente injusto que se saquen de contexto diferentes situaciones de la cotidianidad colombiana para tergiversar y hacer ver al presidente como un incompetente. Basta ver sus resultados para darse cuenta que la realidad supera la errada percepción que invade las redes sociales a causa de la falta de regulación en la materia y del enorme deseo por desestabilizar el país provocando desorden, caos, violencia y pobreza. Uno como ciudadano, debería apoyar al gobierno de turno para que le vaya bien sin perder la noción de control y difundir todo lo bueno que se hace en beneficio de los ciudadanos; pero no, la dinámica es destruir lo que el otro hace para luego posar de salvador. Lo deseable sería ver un país en donde se debatan ideas de desarrollo viables y no propuestas que destruyan lo que funciona bien. Y que aquello que funciona mal, tenga una propuesta de solución posible y no un discurso para ilusionar y engañar al elector.
Mientras el gobierno nacional sigue trabajando aportando resultados, estos se ven opacados o ni se ven producto de la estrategia de desprestigio que se ha utilizado contra nuestro presidente. Hoy quisiera que acabara su mandato porque creo que merece paz y descanso. Lo culpan injustamente y ha sido tremendamente irrespetado por una oposición que sin piedad se encargó de entorpecer su gestión y llenar internet de noticias falsas. Duque ha sido un valiente y un gran señor. Respetuoso, cauto y trabajador incansable. El tiempo seguramente reivindicará su nombre porque tuvo que gobernar quizás en uno de los periodos más complejos de nuestra historia reciente. Los logros obtenidos por este gobierno son muchos, basta con acudir a la página web de la Presidencia de la República para conocer qué se ha hecho y cómo se cumple su plan de gobierno. Los lunares, problemas, escándalos o como lo quieran llamar, son propios de la gestión de cualquier gobernante y es parte de su labor sortear esas situaciones y corregir sin salirse del objetivo.
En medio de esta lucha por defender las instituciones, llega de nuevo el terrorismo urbano con acciones que dejan dos niños asesinados y varios heridos en Ciudad Bolívar; imposible no sentir dolor y rabia al ver que de nuevo los niños sean víctimas de los grupos delincuenciales y continúen siendo reclutados para la guerra.
Ante un panorama de tensión y miedo por lo que pueda ocurrir en los próximos meses, tenemos la opción de caer en el juego del ejército de provocadores digitales que se esfuerzan por generar confrontación en lugar de aportar a la solución o, de ser parte de la construcción empezando por conocer y entender los programas de cada candidato, mientras continuamos trabajando con honestidad, aportando, siendo buen ejemplo, respetando al que no piensa igual y construyendo patria.